Socialistas de bien

Socialistas de bien
Socialistas de bien
Krisis'23

En el momento de escribir estas líneas la investidura de Pedro Sánchez está encarrilada. Sólo faltaban los flecos del acuerdo con Puigdemont y Junts per Cat. Los independentistas han aprovechado la oportunidad para escenificar públicamente su posición dominante. 

Con pocos votos han conseguido lo que tenían perdido y más. De hecho, si pidieran un chalet en la Luna, tal como están las cosas, lo conseguirían. Empeñarse en gobernar, cueste lo que cueste, buscando votos debajo de las piedras, es lo que tiene.

Sin embargo, el Partido Socialista Obrero Español no sólo es Sánchez ni los que son como él –profesionales de la política, entrenados para conseguir un sillón al precio que sea– son el partido. Ni todas ni todos los afiliados son tan mentirosos y amorales. También hay gentes de bien. Entre su militancia no sólo están quienes se apuntan a cualquier puesto de libre designación en las administraciones públicas, en las empresas controladas por el gobierno o en instituciones donde no hacen ascos a las puertas giratorias. En el PSOE no sólo habitan personajes dispuestos a todo con tal de vivir del cuento ocupando puestos que no sirven para nada o haciendo nada en puestos fundamentales. Los hay y las hay que ni han tenido profesión, ni la tendrán más allá del partido. También listos y listas, por eso lo de ‘sociolistos y sociolistas’, que se hacen un sitio en la maquinaria del poder para perpetuarse viviendo del erario sin dar un palo al agua. Pueden ser incluso universitarios y doctores, algunos de reconocida incapacidad –que obtuvieron su título de doctor bajo la sombra de la vergüenza–, como su actual secretario general. Pero en el PSOE, como decía antes, también hay gentes de bien. Son personas con ideas e ideales, con principios y mucho altruismo.

Pedro Sánchez intenta alinear a su partido, sin fisuras, con sus pretensiones de poder, sin miramientos por los efectos dañinos de sus alianzas

Conozco unos cuantos ediles, alcaldes, alcaldesas y también militantes del PSOE ejemplo de entrega y generosidad. Buena gente. Son referentes en aquellos lugares donde están y por donde pasan. Están en su partido y en la política por vocación. Se mojan y se comprometen con su visión del socialismo para el siglo XXI. Lo entienden como una manera de mejorar la vida en sociedad, donde el capital no ha de tener nunca la última palabra. Están en el PSOE para mejorar la vida de las personas. En la política profesional aportan un plus de servicio y convicciones. Están alineados con las propuestas de la democracia liberal donde el Estado de derecho, la libertad, la igualdad y la solidaridad son irrenunciables. Recurren a la intervención y regulación de los mercados porque saben que, si no es así, no siempre se producen resultados socialmente óptimos; pero saben que la sociedad puede ser más inteligente que el gobierno. Al mismo tiempo, reconocen el valor de la economía social de mercado, inseparable del Estado social y democrático de derecho. Esas y esos socialistas de bien existen. Y por lo que cuentan, más de uno y de una están pasando por un momento crítico.

Pedro Sánchez ha convertido el PSOE en una organización servil, a sus órdenes y conveniencia. La reflexión, el espíritu crítico y la discusión basada en argumentos ha sido cancelada. Se han convertido en una maquinaria que aniquila la disidencia, que exige fidelidad incuestionable al jefe y no discute ni las mentiras ni los cambios de posición. Cierran filas con el aparato y no aceptan preguntas. Han construido como enemigo a todo aquello que no vota a su favor. Insisten en anatematizar al PP, a Vox y juegan a lo de ‘no es no’, incluso cuando están en el error.

Pero hay muchos socialistas que saben que lo que está haciendo es un despropósito. Deberían reaccionar

Esas personas de bien tienen ante sí un reto como nunca antes. Su partido ha entrado en un callejón que daña la democracia construida con la Constitución de 1978. Sánchez –secretario general, elegido de aquellas maneras y presidente de gobierno traicionando sus propios principios– ha cruzado límites intolerables. Los pactos con los herederos de ETA, que ni se arrepienten ni piensan renegar de su pasado, son parte de ese saco de podredumbre con la que tienen que comulgar. La conciencia de esas personas de bien en el PSOE es la única esperanza que nos queda antes de que crujan las cuadernas de nuestra democracia. Si se rompe el principio de igualdad ante la ley y la palabra dada deja de tener valor, nuestra sociedad explotará. Los diputados y las diputadas –de bien– del PSOE tendrán que votar no a lo que no se puede aceptar. ¿Habrá alguien con valor suficiente?

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Chaime Marcuello)

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