Por
  • C. Peribáñez

El girito final

Fotograma de un programa de 'Un, dos, tres… Responda otra vez'.
El girito final
RTVE

Entre los cientos de miles de recuerdos absurdos que guardo de la infancia, el 37.896 hace referencia a los días en los que trasnochaba para ver el ‘Un, dos, tres’. 

Recuerdo a los sufridores, los Supertacañones, la Bombi, el Antichollo e, incluso, confieso que pasé las tardes muertas saltando con la Botilde. Ojalá hoy hubiera un ingenio así para trabajar glúteos en el gimnasio. Emprendedores y aprendices de Eva Nasarre, pónganse a ello.

El caso es que uno de los momentos que más disfrutaba del concurso era cuando Mayra leía la tarjetita que habían conservado los concursantes hasta el final de la subasta. Muchas veces, lo que parecía ser un premio de poca monta se convertía, por arte de birlibirloque, en una ‘triunfada’. "Habéis ganado un cortapelos eléctrico de nariz... Que... Que podréis utilizar en la terraza de este apartamento en primera línea de playa en Benalmádena".

A Chicho le encantaba abusar de esos giritos finales que parecían escritos por Night Shyamalan y que hacían pasar del llanto a la risa –y viceversa– en un nanosegundo. Tan interiorizada tengo esa magia que aún hoy, cuando las cosas vienen mal dadas, pienso en que estos milagritos a veces ocurren. Pienso en que una sucesión de actos terribles puede resolverse, inopinadamente, en algo positivo. Quizá detrás del ruinoso llavero de una pocha calabaza se esconda una lancha fuera borda o un fantástico Seat Ronda (entiéndase, era la época). Mi recuerdo, no obstante, número 37.897 es el de una pareja que ganó una noche de ronda con una tuna castellana. Y ahí, crudelísimamente, concluía el texto de la tarjetita. El horror.

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