Por
  • Ana María García Terrel

Disputas decimonónicas por el Cementerio

Disputas decimonónicas por el Cementerio
Disputas decimonónicas por el Cementerio
Heraldo

El 15 de junio de 1834 se bendijo en Zaragoza el nuevo Cementerio de Torrero. Según documentación del Archivo Parroquial de Santa Engracia (Registro de actos comunes que se inicia en 1810), "a las cinco y media de la tarde se reunieron en las Casas Consistoriales bajo la presidencia del Corregidor D. Antonio Becerril de Hinojosa los Regidores siguientes: el Marqués de Tosos, D. Alejandro Borjas, D. Vicente Ibáñez de Aoiz, D. Andrés Marín, D. Pedro Vidal, D. Francisco Barber, D. Juan Romeo, D. Eugenio Salvador, D. Ramón Cavero, D. Antonio Lafiguera, D. Bernardo Segura, D. Gaspar Villarroya y D. Vicente Comín, con asistencia de todos los secretarios, habiendo concurrido también el M. I. Sr. Matías González, encargado por el Ilmo. Sr. Obispo de Huesca en calidad de Vicario General para bendecir el cementerio sito en el territorio de aquella diócesis oscense en el Monte Torrero pasado el Puente de América y así reunidos siendo la hora señalada para la bendición, todos los referidos acomodándose en cinco coches y llevando delante en otro los maceros revestidos de ceremonia y el timbalero y clarineros a caballo se dirigieron por las calles de Cuchillería, San Pedro, San Gil y Coso a la plaza de Santa Engracia y de ella al cementerio. En él se encontraba de antemano el Sr. Marqués de Ayerbe y D. Simón de Cañamás, Regidores comisionados para disponer lo necesario al mejor orden y decoro de la ceremonia. El Vicario General, revestido con capa pluvial y auxiliado por el Vicario de Santa Engracia y el capellán de la iglesia del Monte Torrero, se dirigió a la capilla y llevando la cruz procesional de la parroquia la bendijo y bendijo a continuación todo el recinto del cementerio". (Téngase en cuenta que la parroquia de Santa Engracia, a pesar de situarse en Zaragoza y de controlar extensas propiedades en esa ciudad, formó parte de la diócesis de Huesca hasta 1956).

La pertenencia del cementerio a la parroquia de Santa Engracia, que este documento presenta como un hecho reconocido por las autoridades civiles de la ciudad, había puesto ya en acción las tradicionales disputas entre las parroquias vecinas de San Miguel y Santa Engracia sobre cuestiones de límites. Ante las pretensiones de San Miguel, el obispo de Huesca apeló al gobierno de la nación hasta lograr una real provisión de firma durante la minoría de Isabel II. En ese documento, fechado el 24 de diciembre de 1833, el Marqués de Montehermoso, capitán general de Aragón y presidente de la Audiencia, después de constatar los límites de ambas demarcaciones en el siglo XVIII, especialmente el párrafo que decía "cruzando el nuevo paseo hasta llegar al camino que va desde las Descalzas (hoy plaza de Aragón) hasta el puente llamado del Virrey y desde él por la acequia del Plano hasta el barranco de la Muerte, cruzando luego junto a los antiguos almacenes de la pólvora, hasta la paridera de Pueyo, el val de Torrecilla, los mojones de Miraflores y Cuarte y el cauce del río Huerva", afirma expresamente que dentro de este territorio existe el cementerio nuevamente construido y que "habiéndole llegado noticia de que alguna persona, cuerpo, capítulo o universidades tratan de turbar, vejar y molestar a mi parte en el libre ejercicio de sus derechos y señaladamente en el de bendecir el cementerio", manda no turbar ni molestar al señor obispo de Huesca en sus derechos.

El Cementerio de Torrero fue objeto, en sus primeros años, de disputas entre
las parroquias. En 1866 su administración pasó en exclusiva al Ayuntamiento

El problema se zanjó, pero solo temporalmente, pues a comienzos del siglo XX, cuando se pueblan y urbanizan los terrenos extramuros del distrito y se parcela la huerta de Santa Engracia, la disputa entre parroquias se reabre y con más virulencia, encabezada por el obispo de Huesca y sobre todo por el arzobispo de Zaragoza, que no aceptaba la situación de que todos los fieles de la parte de la ciudad que dependía de él recibieran sepultura en el territorio de otra diócesis.

El párroco de Santa Engracia ejercía las funciones que le competían según el Código de Derecho Canónico, como era la vigilancia sobre lápidas e inscripciones y el recogimiento piadoso en el recinto, valiéndose para ello de los capellanes del cementerio, y además debía de dar en nombre del obispo de Huesca el permiso para las exhumaciones que quisiesen hacerse.

El Ayuntamiento distribuyó el terreno dispuesto en cuatro cuadros por parroquias, según el número de sus habitantes, de forma que cada una costeara su parte y, ante el litigio que presentó el obispo de Huesca, se reservó un sitio especial para la parroquia de Santa Engracia. A cada una de ellas les correspondió sitio para nichos y para sepulturas en tierra sin ataúd y con ataúd. En 1860, no siendo suficiente el perímetro inicial, se amplió con una nueva calle. La doble administración del Ayuntamiento y las parroquias, no exenta de fricciones y dificultades, terminó en 1866 al llegar una real orden que dejaba la competencia exclusiva al Ayuntamiento.

En los libros de cuentas parroquiales figuran las diferentes obras, como construcción de cuatro nichos en 1848, de ocho más en 1852, de dieciocho en 1856. El aumento progresivo de la feligresía iba haciendo necesaria la ampliación y la mejora social requería a su vez más enterramientos con ataúd.

El constructor que realizó la obra, Bernardo Novella, era hijo de un albañil que vivía en la calle Santa Engracia desde antes de los Sitios, y a su familia pertenecían León Novella, sacristán de Santa Engracia, y Bernabé Novella, aparejador cuando la Exposición de 1868.

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