Por
  • Katia Fach Gómez

Ícaro digital

Ícaro digital
Ícaro digital
Pixabay

Para llegar hasta ‘Día y Noche’, las esculturas de Antonio López instaladas en el exterior de la estación de Atocha, los pasajeros tenemos que realizar un largo tránsito. 

Desde el andén del AVE, ascendemos una planta y, convertidos en un magma de viajeros, nos adentramos en un túnel que, pese a sus cintas transportadoras, se siente interminable. El interior de ese pasaje, conocido como Paseo Moneo, es un continuo publicitario: bóvedas y paredes reflejan el ‘horror vacui’ de avezados publicistas. Da igual cuándo lleguemos a la estación madrileña, nunca podremos encontrar ese conducto desvestido de envolventes reclamos propagandísticos. Lo mismo sucede en el vestíbulo adyacente. Actualmente, una enorme lona vertical nos invita a descubrir "esa increíble sensación de llegar a todo". Para ilustrar ese presunto anhelo vital, el cartel muestra la imagen de un varón volando, dirigiéndose hacia el sol otoñal que reverbera en las claraboyas de la estación. Ese hombre, vestido con traje gris, luce una esperanzadora sonrisa. La publicidad nos indica que su empresa va a acometer una profunda transformación digital que mejorará su vida. Pese a esas promesas de felicidad, cuando veo a ese Ícaro digital no puedo evitar preguntarme cuál será realmente su futuro.

¿Conseguirá mantener la altura óptima en su vuelo vital? Si atendemos al cineasta S. Wilson y al cantante Sabina, no parece que las corrientes de aire le vayan a ser muy propicias al hombre de traje gris.

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