Por
  • Pilar Clau

Contra la obediencia

Un momento de ‘Al otro lado del río y entre los árboles’, de Paula Ortiz.
Un momento de ‘Al otro lado del río y entre los árboles’, de Paula Ortiz.
H. A.

Soy de naturaleza desobediente. Para aceptar una orden he de saber qué consecuencias tendrá para mí y para otros, cuál es el objetivo de quien me la da, si responde a un interés personal, si ese interés es ético o no… 

Quizá tanto condicionante me lleva a ser desobediente por comodidad, o tal vez lo que me incomoda es que acoten mi libertad. Sea como sea, si decido aceptar una orden, pueden estar todos tranquilos, antes de hacerlo me habré asegurado bien de que no voy a perjudicar a nadie.

No sé si han visto la película ‘Al otro lado del río y entre los árboles’. Si no la han visto, se la recomiendo muy efusivamente. Es bellísima. Paula Ortiz ha hecho de la novela de Hemingway un poema exquisito. A lo que íbamos: En la película, el coronel Cantwell cuenta que una orden que recibió de sus superiores y que él dio a su compañía en medio de una batalla llevó a la muerte a sus ochocientos soldados. Esa orden no dejará nunca de atormentarle.

No sólo en las guerras, no sólo en el ejército, también en las empresas las órdenes bajan de arriba a abajo mientras la consideración y el respeto se quedan arriba. "Si yo le diera a un general la orden de volar de flor en flor como una mariposa, o de escribir una tragedia, o de transformarse en ave marina y el general no la ejecutase, ¿de quién sería la culpa, mía o de él? –pregunta el rey al principito en la novela de Saint-Exupéry–. La culpa sería de usted –responde el principito con firmeza–. Exactamente. Sólo hay que pedir a cada uno lo que cada uno puede dar –afirma el rey–".

Es importante mirar a quién se da una orden. Algunos piden a los generales que se conviertan en aves marinas. Dan órdenes que no se corresponden con la competencia, la capacidad o las circunstancias de quien ha de ejecutarlas. ¿Lo hacen por ineptitud o por malevolencia? Saint-Exupéry dice que la autoridad se apoya en la razón: "Uno sólo tiene derecho a exigir obediencia si sus órdenes son razonables". Yo creo que se apoya además en la sensibilidad y en la ética. "Me gustaría ver una puesta de sol. Deme ese gusto. Ordénele al sol que se ponga… –pide el principito al rey–. Tendrás tu puesta de sol. La exigiré. Pero, según me dicta mi ciencia gobernante, esperaré que las condiciones sean favorables… será hacia las siete cuarenta. Ya verás cómo se me obedece". Soy de naturaleza desobediente primero porque soy humana y después porque soy libre.

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