El efecto disolvente de la guerra en Gaza

Biden junto a Netanyahu en Tel Aviv
Biden junto a Netanyahu en Tel Aviv
Reuters

La guerra de Ucrania unió a Occidente. La Unión Europea dejó de lado su excesivo pacifismo y decidió armar a los ucranianos y aumentar sus gastos militares. En Estados Unidos, demócratas y republicanos (estos últimos con algunas dudas) aprobaron la masiva ayuda a Kiev. Los dos lados del Atlántico aparcaron disputas y la OTAN cerró filas y se reforzó. 

Desde el momento mismo de la invasión Putin se ha visto enfrentado a un bloque occidental que ha mantenido su solidaridad con Ucrania, incrementando progresivamente los envíos de armamento. Y todo ello, con un grado muy elevado de respaldo de la opinión pública en la mayoría de los países. La corriente de simpatía por Ucrania ha sido general.

Pero si la guerra de Ucrania fue pegamento, la de Gaza puede ser, ya lo está siendo, disolvente. Un largo y sangriento conflicto con Israel en el centro creará grietas tanto entre los países occidentales como dentro de cada uno de ellos. Lo estamos viendo ya en las amargas diferencias de criterio en el seno del Gobierno español, que en el fondo reflejan las que existen, con la misma pasión, en la sociedad. Si continúan las atrocidades que hemos visto en las últimas semanas, la contienda echará madera en la caldera del radicalismo político y la polarización, y abrirá brechas entre Washington y sus aliados europeos. Lo peor en esta guerra, como en la de Ucrania, como en todas, es la muerte y la destrucción que va sembrando, claro está. Pero que debilite la unión y la voluntad de Occidente frente a las tiranías tampoco será buena noticia.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Víctor Orcástegui)

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