Una historia verdadera

Una historia verdadera
Una historia verdadera
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Estábamos repostando a la salida de Zaragoza. A nuestro lado un coche amarillo hacía lo mismo. El tráfico era denso. "Es curioso", dijo Antoine, pasados unos cuantos kilómetros, "el Mustang amarillo nos sigue todo el rato y con 400 caballos ya podría haber adelantado a todos". 

Desde ese momento yo no quitaba ojo del retrovisor. Me monté mi película y pensé que nos seguiría hasta la costa. Durante un rato la marcha se redujo a 30 por hora por culpa de un tractor. Unos tan rápidos y otros tan lentos. Me vino a la cabeza una película de David Lynch titulada ‘Una historia verdadera’. Trata de un hombre de 73 años que decide visitar a su hermano y no tiene otro medio de transporte que su vieja segadora para recorrer 400 km, sin importarle los atascos que iba a ocasionar. Yo le iba contando la película a Antoine y pensé que me gustaría verla con él en nuestro cine de Arándiga. La película se exhibió en Cannes en 1999 y la vi poco después en un cine de Madrid. Me encantó en su momento, pero igual era un rollo insoportable. De repente el Mustang amarillo nos adelantó a todos y se desvió hacia Alcañiz. Mi película no había llegado a ningún sitio. Al día siguiente, revolviendo las estanterías de un chamarilero, pegué un grito que asustó a Antoine. Allí estaba ‘Una historia verdadera’. La abracé contra mi pecho y hasta le di un beso. Fue como encontrar un valioso talismán que me devolvería por un tiempo una alegría verdadera.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Cristina Grande)

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