Por
  • Isabel Soria

Mi rincón secreto

Mi rincón secreto
Mi rincón secreto
Heraldo

Tengo varios rincones favoritos dispersos por Zaragoza. Unos tienen función de madriguera. Son un refugio que separa dos mundos. El del bullicio del del silencio. El del exterior de la ciudad hostil y el del interior, mucho más cálido.

Otros tienen una función estética: Zaragoza, que no se define por ser una ciudad bella, necesita de sus paréntesis visuales. Ojos, mirada y cerebro buscan el verde, el paisaje, el agua, lo que es natural, para desempacharse del tráfico, del hormigón y del ladrillo.

Pero de todos los lugares de Zaragoza, mi favorito es ‘mi rincón secreto’. Como mis hijos apostillan que no es tan secreto, voy a decir donde está. Se trata de las escaleras de hormigón que hay delante del Naútico. Me encanta sentarme ahí y ver cómo las aguas del Ebro pasan por debajo del puente. Se ven numerosos pájaros. Garzas, garcetas, cormoranes, gaviotas y ahí está ‘isla Paloma’. También aplico el ‘photoshop’ metal y borro los edificios de enfrente y me siento como si fuera una ciudadana de Cesaraugusta, no sé si patricia, liberta –siempre mejor que esclava– que mira al frente, hacia el norte, hacia nuestro querido Arrabal, como también lo harían muchas mujeres en otras épocas. Y me siento unida a ellas por Zaragoza, por nuestro gran río que, aunque lleva otras aguas y otros tiempos, sigue siendo el mismo río.

No sé por qué además me vienen a la cabeza un montón de cuadros franceses u holandeses en los que los protagonistas son los ríos. Suele haber por la orilla alguna persona distraída. Y en esta ribera, esa persona soy yo.

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