Pequeños milagros

La plaza del Pilar y el camarín de la Virgen, en el día grande de Zaragoza
Pequeños milagros
José Miguel Marco

Siendo mañana el día de la Virgen del Pilar, esta columna se hace eco de la Columna del Pilar, la misma que trajo la Virgen en vida a Zaragoza y se la dio al apóstol Santiago y a sus siete convertidos.

Tantas personas no irían y vendrían al Pilar sólo por ver el arte, que también, o por adquirir cultura, que también. Van o vienen a ver a la Virgen, que nos llama desde los milenios, el cielo y la fe, ese misterio. Todos esos misterios juntos.

La gracia de la Virgen del Pilar, como es obvio y está demostrado, hace milagros: los grandes, el de Calanda por ejemplo, son para enmarcar, pero luego están los pequeños, que brotan a trillones de la sencilla imagen de madera y del Pilar que la sostiene y de la simple fe de millones de personas que creen en Ella. Todo son enigmas y prodigios en este universo y la fe no es el menor de ellos. Grano de mostaza mueve montañas, etc.

Cuando la fe propia flojea o amaina basta con ir al Pilar y ver el fervor y las miradas de las personas que rezan o hablan o hacen fotos a la Virgen (la foto es otra forma de rezar). La fe se contagia si se quiere. A veces aunque no se quiera se obtiene por puro milagro. Los milagros se pueden pedir sencillamente: sujeto, verbo y predicado. Y suceden. Doy fe de unos cuantos (pequeños: mis expectativas son tan limitadas como mi fe). Cosas de madres y abuelas que tal vez se han olvidado: San Antonio de Padua es infalible para encontrar lo que se busca, ya sean cosas, personas, ideas o recuerdos: haz la prueba.

Gracias. Feliz día del Pilar. 

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Mariano Gistaín)

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