Pequeños milagros
Siendo mañana el día de la Virgen del Pilar, esta columna se hace eco de la Columna del Pilar, la misma que trajo la Virgen en vida a Zaragoza y se la dio al apóstol Santiago y a sus siete convertidos.
Tantas personas no irían y vendrían al Pilar sólo por ver el arte, que también, o por adquirir cultura, que también. Van o vienen a ver a la Virgen, que nos llama desde los milenios, el cielo y la fe, ese misterio. Todos esos misterios juntos.
La gracia de la Virgen del Pilar, como es obvio y está demostrado, hace milagros: los grandes, el de Calanda por ejemplo, son para enmarcar, pero luego están los pequeños, que brotan a trillones de la sencilla imagen de madera y del Pilar que la sostiene y de la simple fe de millones de personas que creen en Ella. Todo son enigmas y prodigios en este universo y la fe no es el menor de ellos. Grano de mostaza mueve montañas, etc.
Cuando la fe propia flojea o amaina basta con ir al Pilar y ver el fervor y las miradas de las personas que rezan o hablan o hacen fotos a la Virgen (la foto es otra forma de rezar). La fe se contagia si se quiere. A veces aunque no se quiera se obtiene por puro milagro. Los milagros se pueden pedir sencillamente: sujeto, verbo y predicado. Y suceden. Doy fe de unos cuantos (pequeños: mis expectativas son tan limitadas como mi fe). Cosas de madres y abuelas que tal vez se han olvidado: San Antonio de Padua es infalible para encontrar lo que se busca, ya sean cosas, personas, ideas o recuerdos: haz la prueba.
Gracias. Feliz día del Pilar.
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