Izquierda y nacionalismo

Izquierda y nacionalismo
Izquierda y nacionalismo
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Félix Ovejero es un valiente catedrático barcelonés que ha dedicado enormes esfuerzos a convencernos de que izquierda y nacionalismo son incompatibles. Si la izquierda prioriza la búsqueda de la igualdad, no puede tener nada que ver con el nacionalismo, que está basado en un supuesto diametralmente opuesto: que los seres humanos son distintos según la nación a la que pertenecen, que su identificación nacional les confiere derechos y obligaciones diferentes a los de sus conciudadanos.

El argumento del profesor Ovejero es muy convincente. El problema es que, como nos recuerda un aforismo latino, ‘contra factum non valet argumentum’. Contra los hechos no hay argumento que valga. Y el hecho que podemos observar sin salir de nuestro propio país es que las alianzas entre izquierdas y nacionalistas son frecuentes y duraderas, hasta el punto de que en nuestros días se habla a menudo de que forman un ‘bloque’ enfrentado al de las derechas. Y ello, a pesar de que destacadas figuras de la izquierda intelectual española, como el escritor Antonio Muñoz Molina, critiquen la "absurda identificación entre el nacionalismo identitario y el progresismo" (HERALDO, 7 de septiembre de 2023).

Si pasamos revista a la izquierda contemporánea, vemos que muchos de los partidos que la componen proceden del movimiento obrero del siglo XIX (II y III Internacional). A pesar de la indudable evolución ideológica que han experimentado, estos partidos conservan aún formas de pensar y rutinas de actuación que proceden del marxismo político. Entre ellas, la de colaborar estrechamente con los nacionalistas.

En principio, el pensamiento universalista de la izquierda política es contrario a los nacionalismos

En el pensamiento marxista clásico la idea de "la muerte del Estado" ocupaba un lugar muy importante. Era una idea, por cierto, que la letra de la ‘La internacional’ se encargaba de transmitir en forma simplificada a todos los militantes: "Del pasado hay que hacer añicos" y "el Estado oprime y sangra al productor", con la consecuencia lógica de que al final, cuando llegara la victoria, "el género humano es [será] la internacional". En este contexto, la alianza con los nacionalistas parecía un movimiento táctico que se podía hacer sin ningún riesgo. Al fin y al cabo, si tanto los estados existentes como los que pudieran surgir sobre sus ruinas estaban llamados a desaparecer, ¿qué más daba apoyarse en los nacionalistas para luchar contra el orden establecido? Los nacionalistas se convertían, así, en los perfectos compañeros de viaje.

La segunda fuente de la izquierda contemporánea hay que buscarla en la llamada ‘izquierda hedonista’, que surge en círculos intelectuales a finales del siglo XIX. Para los representantes de esta corriente, la soberanía del individuo es la idea central en torno a la que construyen todo su aparato ideológico. El individuo, cada uno de nosotros, tiene un derecho absoluto a hacer su libre voluntad frente a las imposiciones de estructuras como el Estado, la Iglesia o la sociedad tradicional, que son percibidas como represivas. Y si el individuo tiene derecho a autodeterminarse sin límites, ¿por qué no lo tendrían también comunidades humanas, como puedan ser los grupos culturales o étnicos?

Por fin, la tercera gran rama de la izquierda contemporánea es la ácrata. Sus adherentes están tan convencidos de que el orden actual es perverso, de que no es posible encontrar dentro de él ninguna salida aceptable, que entienden que no se derivaría ningún mal de su desaparición. Que cualquier otro orden que viniera a sustituirlo sería, necesariamente, mejor. O, en cualquier caso, abriría una oportunidad, ahora inexistente, para que pudiera surgir esa sociedad virtuosa a la que los ácratas aspiran. Por eso, entienden que la desintegración de los estados nacionales existentes tiene que ser saludada como algo intrínsecamente positivo.

Sin embargo, en la práctica se han dado con frecuencia alianzas entre ambos movimientos, como podemos ver que ocurre en la España actual

Naturalmente, los mismos motivos que hacen que las tres izquierdas vean con escasa simpatía ideológica a los estados existentes justificarían que se opusieran a los nuevos estados que los nacionalistas podrían llegar a formar. En cualquier caso, esa no es la batalla de hoy, sino la de pasado mañana, y resulta evidente que los ‘compañeros de viaje’ solo lo son en el tramo de camino que comparten.

¿Quiere esto decir que los españoles que se sienten de izquierdas tienen una actitud destructiva hacia su propio país? Por supuesto que no. La evidencia sociológica disponible sugiere, por el contrario, que el patriotismo de los españoles de izquierdas es similar al de los de derechas. Sienten el mismo apego hacia España (aunque a veces les dé apuro pronunciar su nombre), tienen el mismo compromiso con su progreso y experimentan el mismo rechazo hacia los que pretenden acabar con ella. Pero quizá sea a pesar de su ideología, no a causa de ella.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Mateos)

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