Por
  • David Serrano-Dolader

Te doy mi palabra

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Ocasi. Estos son los cuatro compromisos asumidos desde la Consejería de Educación: libertad, calidad, equidad y excelencia. ¿Dónde hay que firmar?

Libertad. Derecho que no se proclama sino que se ejerce. Exige pocas palabras y muchos hechos y se demuestra andando en el día a día. Excluye el sectarismo, la cerrazón, la vuelta al pasado y el hincarse de rodillas.

Calidad. No conozco a ningún vendedor (sea de vinos, de anchoas del Cantábrico, de ladrillos… o de educación) que proclame la baja calidad de sus productos. Se da por sentada la propaganda, pero solo los hechos demostrarán si hay calidad o simplemente se vende a través de un enrabietado entramado de comisiones, subcomisiones, encuestas, grupos de trabajo y otros perifollos administrativos que no nos dejen ver el bosque.

Equidad. Tan bella palabra como lo son ‘justicia’, ‘ecuanimidad’, ‘paridad’, ‘integridad’ o ‘equilibrio’. Problema: todos ellos son conceptos abstractos y, como tales, teóricamente defendibles sin dar paso concreto alguno por el camino que deben marcar.

Excelencia. ¿Con las ratios actuales?, ¿con la precariedad de buena parte del profesorado?, ¿llamando bilingüe a lo que no lo es?, ¿con una lectura de lo competencial que sea sinónimo de irreflexión?

Muy a lo Ken Follet, queda perfecto eso de ‘Los pilares de la educación’. ¡Solo falta que me lo demuestren! Por favor, una nueva decepción… ¡no!

Como diría el loco: si hablamos de enseñanza, pon el peso en la balanza.

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