¿De qué se ríen algunos ministros (y ministras)?

Debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo.
Debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo.
Enrique Cidoncha

Seguí el debate de investidura de Alberto Núñez Feijoo, que me produjo una grata impresión por el talante y el talento parlamentario que derrochó el candidato, con esos silencios medidos, esas miradas a la galería cargadas de sorna e ironía, y por el contenido de un discurso consistente y convincente. Pero no voy a escribir sobre ello.

Porque me me llamaron la atención otras cosas que también sucedieron esos días en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, a lo largo de las sesiones dedicadas a la investidura. De vez en cuando, las cámaras de la televisión se paseaban por la bancada del Gobierno y sorprendían gestos y actitudes de sus miembros que me parece que son dignas de consideración y comentario. Pude ver la actitud ausente del presidente Sánchez, más atento a su teléfono que al mismo debate o cuchicheando con su primera vicepresidenta, a la que por cierto pude ver bostezar en una muestra irrespetuosa de aburrimiento, como si con ella no fuera nada de lo que allí se estaba diciendo. Vi a varios ministros repantingados en sus escaños con cara de circunstancias, soportando, no sé si por imperativo legal, el repaso que les caía desde la tribuna de oradores, y pude ver también las risitas que se traían entre manos algunos ministros y algunas ministras. Risitas impostadas, más bien como nerviosas, despectivas con el acontecimiento parlamentario solemne que se estaba desarrollando antes sus ojos. Otras movían su cabeza con claros signos de desaprobación a lo que allí se decía y todo el banco azul, o sea el del Gobierno, daba un aspecto, así me lo pareció, penoso e impropio de la sede de la soberanía del pueblo español.

Durante la sesión de investidura que protagonizó Núñez Feijóo, las imágenes
de televisión nos permitieron ver que algunos ministros estaban lejos de mantener la compostura que requería un acto tan serio y solemne en la sede de la soberanía nacional

Es muy preocupante el deterioro de las instituciones cuando sus protagonistas no avalan con sus comportamientos adecuados la dignidad y la seriedad que merecen, y ese descrédito devalúa el prestigio y la validez que debemos a los órganos constitucionales y representativos de todos los españoles. No se puede convertir el Congreso de los Diputados en una especie de mercadillo o de patio de vecindad, y es exigible a quienes lo ocupan prestar el decoro y el respeto debido no ya a la propia Cámara, sino al pueblo español allí representado.

Por eso me produjo cierto malestar ver esas actitudes y esas sonrisitas entre miembros del Gobierno cuando la sesión requería prestar la atención debida. Elegir –o no– a un presidente del gobierno de tu país me parece un acto lo suficientemente importante como para escuchar su discurso y propuestas, sobre todo por un gobierno al borde del relevo si no fuera por el mantra ese que se han inventado para tener todo atado y bien atado, como alguien que bien yo me sé, de que son los únicos progresistas del universo mundo.

En fin, que me quedé con las ganas de saber por qué y de qué se reían y cuchicheaban los ministros y las ministras mientras un respetable candidato a presidente de la nación desgranaba su discurso desde la tribuna de oradores. Lamentable.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis de Arce)

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