Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Negociar sin manos

Negociar sin manos
Negociar sin manos
Heraldo

En España ya es posible conducir sin poner las manos en el volante. Esta misma semana se ha dado a conocer que Ford ha recibido la aprobación por parte del Ministerio de Industria para introducir la conducción sin las manos en el volante. Eso sí, solo en las autopistas y autovías. 

La conducción autónoma es el objetivo de la movilidad automovilística para liberar al ciudadano de toda carga. Del mismo modo, la ‘política emocional’, en la que al elector también se le libra de toda responsabilidad y racionalidad, es el paradigma de la esfera pública.

La realidad, no obstante, es más compleja. El coche autónomo necesita que existan carriles bien pintados, semáforos y señales de tráfico para que sus sensores los capten y puedan guiar al vehículo. A su vez, la democracia exige normas (leyes), controles y valores (liberalismo y equidad) para que nadie se salga del carril.

La democracia tiene sus reglas y los independentistas pretenden torpedearlas

Pedro Sánchez parece dispuesto ahora a pactar con los que no aceptan las normas (la Constitución) a pesar del peligro que eso supone para la estabilidad del vehículo (España), para la igualdad de todos los ciudadanos o para que el guardia de tráfico (la UE) nos multe. Así, aspira a encabezar una coalición de minorías integrada por partidos contrarios al régimen constitucional. De ahí que el discurso político construido para justificar ese estado de cosas enfatice una supuesta dimensión ‘progresista’ de los independentismos catalán y vasco, cuando nada tiene de progresista el golpismo de los secesionistas ni el terrorismo que aún justifican los aberzales. El líder del PSOE evita, además, la palabra ‘amnistía’, pero promete ‘generosidad’ para superar el ‘problema catalán’. La cuestión es que el mal llamado ‘problema catalán’ es, en esencia, el anhelo de los partidos nacionalistas por mantener viva su ideología emocional porque eso es lo que les proporciona poder.

El actual inquilino de la Moncloa promete ‘generosidad’, pero ¿cuánto nos va a costar a todos los españoles ‘su’ generosidad con aquellos que violaron las leyes con el ‘procés’ y que proclaman que lo volverán a intentar en cuanto puedan? La generosidad debe ser con todos. No cabe ser generoso con los derechos de unos pocos ciudadanos a costa de los de la mayoría. La tan cacareada ‘convivencia’ se basa en el respeto a las leyes y la Constitución, que es lo que los individuos compartimos porque las hemos votado y porque nos protegen a todos de las arbitrariedades de unos pocos.

Una amnistía deslegitimaría la propia democracia y contribuiría a enquistar
el secesionismo dando la razón a los delincuentes

Las normas que delimitan la vía por la que deben avanzar los políticos no solo son judiciales, sino también morales. La amnistía que está negociando Pedro Sánchez, por su debilidad parlamentaria, trasladaría el mensaje de que en 2017 nuestra democracia no tenía razón, que su legalidad era un fraude, que quienes tenían razón fueron los secesionistas que arremetieron contra ella y que sus delitos fueron un invento de un régimen ilegítimo. El resultado sería que, además de deslegitimar a Sánchez y a su partido (que en 2017 apoyaron la suspensión temporal de la autonomía catalana para defender las leyes democráticas frente quienes habían intentado saltárselas), la amnistía deslegitimaría la democracia legitimando a quienes la atacaron.

Pedro Sánchez no solo quiere conducir sin manos, sino que también quiere negociar sin frenos. Sin embargo, la democracia tiene sus reglas. Como demostraron los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, en su célebre ensayo ‘Cómo mueren las democracias’ (2018), los regímenes liberales ya no terminan con un golpe de Estado, como el que ocurrió en Chile hace cincuenta años, sino con el lento y progresivo debilitamiento de las instituciones esenciales (la justicia, el parlamento o los medios de comunicación) y la erosión de las normas políticas tradicionales, empezando por la de que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Javier Rueda)

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