En la infancia, mi generación soñó con conducir coches voladores e ir a la Luna a pasar la tarde, como veíamos en una famosa serie animada de televisión, que transcurre en 2062: ‘Los Supersónicos’. 

Sin embargo, lo que tenemos es Twitter e Instagram, como reflexionaba agudamente el físico y novelista, Juan José Gómez Cadenas, en las recientes Conversaciones Formentor, celebradas en la antigua Estación de Canfranc, hoy hotel, bajo el epígrafe ‘Cíborgs, androides y humanoides. Ciencia, paciencia, deficiencia’. Lo cierto es que, lejos de la presentación amable y jocosa que aquella serie sesentera de culto hacía de la tecnología, y ya un siglo después de que el término ‘robot’ se escribiera por primera vez en la distópica obra de teatro R.U.R, del checo Karel Capek, parece difícil que vaya a desaparecer la desconfianza de los humanos hacia los androides. Pero la culpa será nuestra. Sam Altman, director de OpenAI, acaba de anunciar el modo visión/voz de Chat GPT. Algunos usuarios han manifestado su rápida y confortable conexión emocional con el algoritmo ‘imitador’. Lo que aumenta en otros el rechazo y la inquietud ante una identidad especular casi igual, como bien explicó Álvaro Cortina en las Conversaciones Formentor. Pero, como también apuntó allí Fernández-Mallo, la amenaza real no es contra nuestra identidad, algo que al fin y al cabo no reside sólo en uno mismo. El problema es y será la manipulación de humanos y humanoides por parte de las Corporaciones. Y eso, ya lo consentimos.