Cuando la noche termina en tragedia

Los Bomberos trabajan para sofocar el fuego declarado en una discoteca de Murcia.
Los Bomberos trabajan para sofocar el fuego declarado en una discoteca de Murcia.
Marcial Guillén / Efe

Que una noche de fiesta termine en la muerte, que los hijos que han salido a divertirse, como es habitual, como es normal, no regresen a casa, eso es algo que no debería ocurrir. Hace pocos días, el miércoles, leíamos que el incendio de un salón de bodas cerca de Nínive había acabado con la vida de más de cien personas. Pero eso era allá en Irak, muy lejos, en uno de esos países donde no es raro que pasen cosas así. Ayer, sin embargo, la tragedia ocurrió en España, aquí al lado, en Murcia. O mejor dicho, no ocurrió, sino que volvió a ocurrir, porque Zaragoza aún tiene en la memoria el horror de la discoteca Flying, donde una noche de enero de 1990 el fuego y el humo mataron a cuarenta y tres personas. Y tampoco se puede olvidar aquel 17 de diciembre de 1983, cuando en Madrid ardió la discoteca Alcalá 20 y se llevó ochenta y dos vidas. Han pasado treinta años desde Flying y cuarenta desde Alcalá 20, y el horror se repite, aquí en España, en Europa, en el siglo XXI. No es lógico que uno vaya a pasarlo bien, a disfrutar con los amigos y que, sin saberlo, esté poniendo su vida en peligro. Como no es admisible que haya que jugarse el tipo en el trabajo, y esos veintiocho muertos en accidentes laborales que sumamos ya este año en Aragón son un clamor que las autoridades, las empresas y los propios trabajadores deben escuchar para poner fin a la sangría. En Murcia, toca ahora investigar por qué ha ocurrido, por qué trece jóvenes han muerto en una noche de fiesta. Si no se cumplían las normas de seguridad, alguien debió detectarlo. Si se cumplían, son las normas las que no sirven.

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