Pérez Latorre

José Manuel Pérez Latorre.
José Manuel Pérez Latorre.
Guillermo Mestre

Fue siempre un esteta. En el hablar, en el vestir, en el hacer. Buscaba la belleza incansablemente y todo en él era refinado. Cuando nos invitaba a cenar a su casa, que adornaba con las flores más delicadas, los platos eran siempre deslumbrantes y su conversación la más culta, divertida e inteligente. 

Sus zapatos, sus corbatas, sus chaquetas… causaban sensación. Él quería vestir siempre de forma impecable, porque, como me decía entre risas, "los arquitectos en cualquier momento podemos ser objeto de homenaje". Un día le comenté: "Qué corbata tan bonita llevas". Se la quitó en ese mismo momento y me la regaló. Mis protestas no sirvieron de nada. Para leer ‘La voz a ti debida’ y ‘Razón de amor’, de Pedro Salinas, buscó y compró las primeras ediciones, porque no podía leerlas en una edición cualquiera. Su biblioteca era espléndida, igual que su colección de postales de Zaragoza y su pinacoteca. El mejor Berdejo Elipe que he visto lo tenía él. Y la mejor vista de Zaragoza, también. Era generoso hasta la prodigalidad y jamás, como manda la buena educación, de la que andaba sobrado, habló de dinero ni hizo ostentación de nada. Fue lo más parecido que hubo en Zaragoza a la ‘gauche divine’, una especie de Oriol Bohigas baturro enamorado de Zaragoza hasta el éxtasis. Decía lo que pensaba y nunca supo, pese a mis advertencias, morderse la lengua. Esa franqueza, tan aragonesa, le acarrearía algún contratiempo. Era noble, tierno y bueno. Y tenía un corazón de tamaño sobrenatural. Se llamaba José Manuel Pérez Latorre y no lo olvidaremos nunca.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Melero)

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión