Por
  • Alejandro E. Orús

España, relativamente

Vista general del hemiciclo del Congreso.
Vista general del hemiciclo del Congreso.
Juan Carlos Hidalgo / Efe

Fracasó Feijóo en su empeño de presentarse como candidato a la presidencia del Gobierno? Es obvio que, al no haberla conseguido, puede decirse que sí. Pero en política, el rigor del análisis exige algo más de enjundia que la que revelan los números de una votación o los de un resultado electoral. 

Para admirar el paisaje conviene elevar la mirada más allá de la solidez de la aritmética. Con el tránsito parlamentario del que ha sido protagonista, el líder del PP ha cerrado, en cierta forma, un círculo. Su derrota en el Congreso ha resultado tan relativa como su victoria en las urnas el 23-J. Probablemente se trata incluso de un reflejo preciso de una y otra.

Esto del relativismo como forma de observar el mundo recorre, de muy diversas maneras, toda la historia del pensamiento filosófico y su rastro puede seguirse en distintas disciplinas. En política es fácil confundirlo con cierta idea de tolerancia y flexibilidad pero, a poco que se reflexione sobre ello, se comprueba la necesidad de contar con principios y conceptos objetivos y absolutos que garanticen la convivencia social. Y es esto lo que está en cuestión ahora y lo que marca las diferencias entre los modelos que representan Sánchez y Feijóo.

La relativización de la igualdad entre españoles o de conceptos fundamentales como la soberanía, pero también del delito, se ha ido imponiendo en el debate público con la naturalidad que ofrece la necesidad de alcanzar mayorías de poder. Este se convierte así en lo único realmente firme, en el principio incontrovertible que arrasa con las consideraciones morales. Groucho Marx lo tradujo muy bien para la comedia en aquel célebre "estos son mis principios, si no le gustan tengo otros", que se repite tan a menudo.

Se ha dicho que la ambición y las exigencias del independentismo no tienen más límite que la propia independencia. Hoy marcan el ritmo de una relativización, que Sánchez viste de progresismo y distensión y que tampoco parece hallar límite: amnistía, referéndum... Suele sonreír despectivamente cuando dice que España no se rompe. Pero ¿quién garantiza ya que la realidad de España no sea también algo relativo en su camino hacia el poder? La vieja España invertebrada de Ortega ha llegado al momento crítico de su relatividad.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión