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Cartas al director de HERALDO: Entre las rutinas y el nomadismo

Entre las rutinas y el nomadismo
Entre las rutinas y el nomadismo
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Entre las rutinas y el nomadismo

Después de dos meses en los que la rutina ha pasado a tener un aspecto totalmente diferente a lo que se entiende por una vida sedentaria, llega el momento de iniciar esa etapa en la que todos los días son parecidos. Una de las cosas que siempre me ha costado es preparar el regreso a mi destino, intentando retornar con las maletas en perfecto orden para, una vez en casa, poder librarme cuanto antes de la tarea de deshacerlas. 

Tras los periodos vacacionales, me cuesta un poco retomar los hábitos diarios y eso suele ser un reto, sin embargo me dan cierta tranquilidad acciones como: levantarme cada día a la misma hora, trazarme unos horarios, hacer mi gimnasia, disfrutar de momentos de ocio… Me gusta incluso tener actividades pautadas y no disponer de un gran margen para la improvisación. Estoy totalmente de acuerdo con el dicho de que "el hombre es un animal de costumbres" y creo que para nuestra supervivencia física y nuestra vida emocional las costumbres y los hábitos nos sirven de ayuda. Por otra parte, soy increíblemente inquieta. Necesito salir, moverme. Me gusta hacer realidad esa vieja tendencia al nomadismo. No puedo concebir la vida sin el estímulo de trasladarme de un lugar a otro durante un periodo corto o más largo para vivir unas determinadas experiencias. Estoy convencida de que estos dos aspectos, hábitos repetidos y una vida errante, en ciertos momentos pueden conjugarse perfectamente. Me encanta esta frase de Jonathan Swift, "¡ojalá vivas todos los días de tu vida!". Me hace pensar en que cada día, ya sea en las rutinas como emprendiendo nuevas aventuras, hay que aprovechar esa fuente de bienestar, valorando las diferentes situaciones que se nos presentan.

Gema Abad Ballarín. REUS (TARRAGONA)

No quiero regalos

No, no es un eslogan, es la respuesta de un niño de 4 años el día de su cumpleaños. Reunida la familia se procede al tradicional apagado de las velas de una tarta y se pide al niño que se acerque porque después tendrá los regalos correspondientes. Pues bien, el niño dice claramente: "¡No quiero regalos!". Y eso que no es una familia de comprar muchos juguetes. ¿No nos estaremos pasando? La abuela dijo: "Es que tienen muchos juguetes", a lo que el abuelo respondió: "Efectivamente, cada día hay menos niños y más juguetes". En mi caso es la primera vez que oigo esta afirmación. Normalmente los niños están ansiosos de apagar las velas para recibir los regalos. Pues esta vez no. Quizá estemos asistiendo a un cambio de ciclo, nos sobran regalos.

Carlos Hué García. ZARAGOZA

Por 450 euros al mes

Es lo que viene en este siglo XXI. Superados fascismos y comunismos, las sociedades avanzadas caminan hacia una derecha democrática que, con todas sus circunstancias, gobernará al viento de un cambio social. El capitalismo, preso de su propia inercia, ha creado una comunidad que consume sus enormes producciones y nos ha parecido bien. Nadie puede detenerlo. Hemos dejado atrás al obrero aprisionado en sus propias necesidades, partiendo de unas rentas que gastará atraído por esta sociedad consumista. No se rebelará este trabajador. Concienzudamente, tiene acceso a unas mínimas necesidades que, satisfechas, no le provocarán intenciones revolucionarias o aspiraciones ideológicamente imposibles, como una igualdad de clases. El siglo XX ha sido escenario de guerras nacionales, territoriales y mundiales. Aunque siempre provocadas, no ha sido difícil sublevar a un estrato social necesitado y, sin trabajo ni hacienda, fácilmente manipulable. Hoy hay salud y un mínimo para vivir. Nadie plantea distribución de bienes ni ocupación de tierras. Las ideas, en otros tiempos revolucionarias, se han acomodado a una sociedad simple y conformista que, afortunadamente, no piensa en rebeliones. Este mínimo confort, en el círculo de una pequeña propiedad privada, ha anulado las luchas de igualdad, borrado las ideas socialistas y absorbidos en un pensamiento social de una meritocracia falsa, donde mandan los términos conservadores democráticos. Volverá el poder al capital y el obrero, entre gintonics de medianoche, solo necesitará un salario mínimo para vivir o para beber. Esta sociedad genera una mayor desigualdad que, imparable, no provoca ninguna rebeldía en unos individuos que, adormecidos, quizás han vendido su rebeldía por 450 euros al mes.

Jesús Añaños Vinué. ZARAGOZA

Gratis...

Demasiados días escuchando el precio de una investidura que pagaremos todos. Para Platón, los políticos deberían no solo convencer, sino forzar a sus ciudadanos a ser mejores. Gracias, a todas las personas que ponéis a un lado vuestros intereses y deseos, y dais un paso hacia adelante para ayudar, facilitar, acompañar, estar… para hacernos mejores. Gracias, a todas las personas que cuidáis de niños, de mayores y de enfermos… nos cuidáis y nos hacéis mejores. Gracias, a quienes veláis por la buena educación, por la buena salud y por nuestros derechos. Gracias, por daros cuenta cuando paseamos por la calle, por acoger nuestro ritmo en el supermercado, por ser pacientes con nuestro paso, por recordarnos que no somos invisibles… y hacernos mejores. Gracias, por la gratuidad de vuestras palabras y gestos… que nos hacen mejores. Gratis no debería ser tan raro ni tan caro.

Julia Algas Ramos. ZARAGOZA

El amor en Panticosa

Hubo un tiempo en el que iba a Panticosa casi todos los fines de semana, el mes de vacaciones lo pasaba allí, haciendo bicicleta y disfrutando de la piscina con mi pequeña. Fui muy feliz en Panticosa. Mi hija creció y volvimos a Salou, donde nosotros habíamos crecido. Últimamente pasamos unos días del verano en Panticosa y mi amor por este pueblo ha resurgido. Amo Panticosa, las andadas a Hoz de Jaca, las marchas a Lanuza, las babosas y las luciérnagas en el camino del Pueyo, sentarnos en el banco a mirar de noche la Osa Mayor, el café en los Navarros, la cena de embutido con pan viendo la Luna. Pasar a Francia y sentarme en la plaza del pueblo-balneario de Eaux Bonnes, recordando aquel tiempo, porque en esa plaza he amado a mi mujer, a mi hija, a mis amigos. Revivo ese amor comiendo una crepe sarracena de azúcar y miel. Respiro Panticosa en la terraza del Sabocos, vienen a la mente nuestros viejos amigos, nuestras vivencias. Subiendo a los miradores del Pueyo veo la corchera que han puesto en la piscina de Panticosa. Ahora a ciertas horas se puede nadar allí. Me veo dando brazadas al presente, he cambiado la bici por la natación y no dejo de ser feliz.

José Vicente Domeque Goya. ZARAGOZA

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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