Por
  • Jesús Morales Arrizabalaga

Progresismo improvisado

Progresismo improvisado
Progresismo improvisado
Heraldo

Me eduqué en un contexto en el que estábamos convencidos de la superioridad técnica de la izquierda en cuestiones de análisis y prospectiva social; había tomado la Bastilla del pensamiento abstracto. Los conservadores buscaban la superioridad técnica en el funcionamiento eficiente de las organizaciones y la economía. 

Parece que ambas impresiones eran erróneas. La derecha no vio venir el colapso financiero de 2008, y en la plaza del centro de la sociedad veo a los ocupantes de su parte izquierda intelectualmente empobrecidos, cubiertos sólo con cartones de unos lemas publicitarios que permiten ganar algunas elecciones pero anulan su capacidad de anticipación ante desigualdades emergentes (generacional, territorial…). Incluso las promueven.

Una izquierda intelectualmente empobrecida parece haber renunciado a perfilar
herramientas solventes de análisis teórico

Hoy dedico algunas líneas a la fatigada y fatigosa invocación de un progresismo de perfiles desconocidos. Una palabra desnaturalizada; a recomponer. Identifico algún indicador de estos daños del concepto:

Libertad de opinión, sí pero... Eres muy libre si reproduces las propuestas del argumentario del día. También puedes expresar ideas que las trituradoras ideológicas afines puedan ridiculizar o etiquetar como fascistas. Pero las costuras del concepto ‘libertad de opinión’ en su formato actual aparecen cuando muestra su incapacidad para gestionar opiniones nítidamente discrepantes pero con caras y voces de las que los libros de memoria histórica todavía presentan como artífices y referentes del progresismo en España.

No he leído ni oído ninguna refutación a las reflexiones que recelan de la amnistía. Nadie que contradiga los argumentos de tipo jurídico. Nadie que acredite la compatibilidad del remedio amnésico con la lógica del Estado, del Derecho y la que rige la combinación de ambos. Sí, muchas y vehementes descalificaciones personales a los que hablan y, esto es nuevo, al público que les escucha en el Ateneo. Burlas radiofónicas humillantes del público asistente, argumentando su edad y su pelo, desaparecido o teñido. Asistentes condenados por el pecado de ser mayor, por ‘antiguos’, como claramente se chiva Iceta ‘el juvenil’ (1960). No imagino una línea argumental de esta intensidad hiriente dirigida a otro segmento de edad, o grupo.

La ausencia de contradicción se justifica porque "las hipótesis no se analizan". Así lo establece el neoprogresismo para evitar curiosidades insanas. Bueno es saberlo; agradezco que me saquen del error. Yo creía que la ciencia se basaba en la formulación de hipótesis verosímiles, y la realización de pruebas que condujesen a su descarte o validación.

El problema es que hay por ahí personas democráticamente habilitadas que van exhibiendo que la "amnistía" (así la llaman) está pactada desde hace semanas… amnistía por aquí, amnistía por allá… Cuando un periodista o un diputado pregunta acerca de la amnistía los corifeos exhiben la gacetilla retórica y los coristas repiten: ¿Amnistía?, ¿qué amnistía? (a lo Supertramp). Pero cuando los que nombran lo innombrable son apoyos parlamentarios confesos, nadie les corrige, nadie frena su ímpetu expresivo. Así las cosas yo diría que la amnistía es una hipótesis consistente que merece reflexión, no silencio.

Me gustaría que el progresismo recuperase su fortaleza. Para que el concepto sea útil de nuevo habrá que manejar solamente conceptos medibles y verificables y utilizarlos para conceder o negar esta calificación. No entiendo qué filtro se usa para que los etarras (ese es ‘carisma’ que no se pierde) entren en el club de los progresistas al que pertenecen hermanos y amigos de los asesinados… los que sufrieron pena de escolta. Lo dejo para otros.

En su lugar, exhibe fetiches como el traído y llevado ‘progresismo’, que se utiliza como justificación de la coyuntura

Sí me gustaría conocer la medida de contraste de un neoprogresismo que permite homologar propuestas que se basan en que los habitantes de unos territorios tienen por nacimiento mejores y mayores capacidades y merecen por tanto más derechos. Se basan en privilegios de origen preconstitucional (foral), expresión de regímenes señoriales-reformulados como caciquiles, que se consideran por encima de la ley y que reactivaron en el siglo XIX como freno a la legislación de Cortes de aquella emergente democracia española.

Si atiendo con interés y respeto a quienes defienden el carácter progresista de la Falange y de alguno de los carlismos, estoy con igual razón abierto a que alguna de las jóvenes potencias intelectuales del neoprogresismo nos diga algo a los antiguos confinados en Suresnic Park que nos convenza de que no están desnortados e improvisando.

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