Por
  • Ricardo Díez Pellejero

La Sociedad IA del Fary

La Sociedad IA del Fary
La Sociedad IA del Fary
20Minutos.es 

Verán, mi amigo Paul Payne trabaja en el desarrollo de proyectos especiales de inteligencia artificial (IA) para Microsoft, y es miembro de la Sociedad IA de Seattle. Uno de los últimos experimentos que han llevado a cabo, según relata, ha consistido en retar a las últimas versiones de Chat GPT a –partiendo de una cuartilla– diseñar un avión y elaborar las instrucciones para su plegado, de tal forma que cualquiera pueda construir su propia aeronave. 

Dada la relevancia (tal vez oculta) de la experiencia, he decidido trasladarles sus conclusiones. La primera –y no por ello menos destacable– es que el equipo de expertos en IA hubo formulado el problema con el que ‘atacar’ las neuronas de la IA en poco más de treinta segundos, dedicando el resto del tiempo de la sesión a probar los resultados ofrecidos por la máquina y, por consiguiente, doblando papel y lanzado avioncitos. Por su parte, el grupo de legos en IA invirtió la mayor parte de su tiempo en discutir qué instrucciones serían más adecuadas para que el algoritmo las interpretara sin problemas. Por tanto, esto nos recuerda la importancia de ‘hablar idiomas’, cuantos más mejor.

La inteligencia artificial puede ser ya intensamente creativa

Otra conclusión no menos relevante es que los diseños obtenidas por el grupo de expertos en IA volaron mejor e incluso algunos de ellos vinieron acompañados de consejos para un lanzamiento óptimo. Tampoco debería omitirles que el diseño elegido como el mejor modelo de avión de papel no fue producto de la IA más avanzada, lo cual también subraya que lo último no es siempre sinónimo de lo mejor.

En la charla posterior al trabajo de campo, los miembros de la Sociedad IA de Seattle abordaron cuestiones como en qué se verá modificada la naturaleza del trabajo futuro, si se puede afirmar que la IA es creativa o qué impacto puede tener en nuestra economía y sociedad el que nos volvamos prescindibles en los procesos creativos y de alta gestión.

En un reciente artículo de Ethan Mollick, de la Wharton School (Universidad de Pensilvania), el profesor analizaba tres ensayos en los que se comparaban la creatividad humana con la artificial y que demostraban que la IA es ya "intensamente creativa", probando que GPT4 nos bate al 91% de los mortales en el test de Usos Alternativos y al 99% en el test Torrance de Pensamiento Creativo. En el primero de los estudios se destacaba que 35 de las 40 ideas de negocio seleccionadas por el jurado habían sido generadas por la IA. En el segundo, que, aunque la calidad de las ideas propuestas era similar entre ambos mundos, las generadas por la IA tenían mayor impacto y eran más factibles. En el tercero, una suerte de taller literario, se concluyó que los humanos asistidos por IA escribieron los relatos más novedosos e interesantes. Por tanto, como vemos, la IA ya es capaz de realizar propuestas creativas prácticas y novedosas, siendo estas mejores que las ofrecidas por el común de los mortales, habiendo aún una minoría de gente muy creativa capaz de ofrecer resultados superiores. Sin querer, me he visto cantando por casa ‘El mono’, de Los Coyotes…

A las sociedades humanas, la diversidad de las lenguas no debería impedirnos mantener una cultura común

No obstante, leo en ‘Son nueve, los pájaros’ (Olifante, 2023) de la gran poeta vasca Tere Irastortza, "el eminente etnógrafo J. M. Barandiaran subrayó que el sentido de la cultura es la supervivencia. Una sabiduría que persiste mientras permite alimentarse, protegerse del frío, utilizar artes y utensilios adecuados. Tendemos a olvidar y a obviar que de la autonomía y del trabajo comunitario dependen la vida y la muerte, aun actualmente". También nos exhorta Irastortza a "preguntarnos ante todo problema: qué más puede hacerse; incluso, por qué no lo he hecho ya". Claro –me digo–, nos queda la cultura y hasta que no haya una cultura propia y exclusiva de las máquinas estaremos a salvo. Sigo leyendo. Ella escribe en su lengua, pero me llega traducida, una lengua cuyo controvertido origen algunos remontan hasta la prehistoria. En cualquier caso, es la lengua peninsular más antigua, el idioma español con más solera y que, como lengua decana, debería merecer algo más de respeto y de orgullo. Ahora que la IA ya ha conseguido hacer hablar al difunto Fary hasta en chino, me atrevo a afirmar que la barrera idiomática estará obsoleta en un lustro. Por tanto, la elegancia de anticiparse a una medida sobrevenida por los avances tecnológicos con un acuerdo que pretende hacer de la casa de la palabra, el Parlamento, un lugar plural e inclusivo a mí no me parece tan descabellada ni peligrosa si sabemos sostener entre todos una cultura común, pues eso nos garantizará la supervivencia.

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