Por
  • Víctor Juan

Imbéciles

Imbéciles
Imbéciles
Pixabay

A veces, mientras camino por la ciudad, me da por contar las personas que llevan el móvil en la mano porque en ese momento hablan por teléfono o están grabando un audio o miran fotos y vídeos de Tik-Tok o atienden sus compromisos en las redes sociales o por lo que sea. 

Lo cierto es que el teléfono móvil nos ha convertido en imbéciles, en el sentido etimológico de la palabra, porque es el bastón en el que nos apoyamos, no para caminar, sino para vivir. Algunas de las personas con las que me cruzo llevan en una mano a su hijo y, en la otra, el móvil y miran al móvil, no al niño. Otros esperan en la parada del autobús y el móvil les hace más corto el rato, otros están sentados en una terraza con sus amigos o con sus parejas y apenas hablan los unos con los otros porque están navegando en distintos mares. Cada vez levantamos menos la vista de las pantallas. Hace pocos años, veinte o veinticinco, cuando uno paseaba por la ciudad el paisaje era distinto. Hablábamos de nuestras cosas o callábamos y pensábamos quiénes éramos, quiénes queríamos ser, deseábamos o soñábamos. Las pantallas nos han colonizado el cerebro y nos han secuestrado la mirada. Me aterra pensar que llegará el día en que los maestros llevarán el móvil en sus manos mientras están en clase o los médicos mientras pasan consulta o los curas en los confesionarios mientras los fieles intentan que les perdonen los pecados. Si ese día ya ha llegado, no me lo digan, por favor, que a los mayores nos sientan muy mal los disgustos. Necesitamos cariño. Preferentemente analógico, eso sí.

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