Nani Moretti, en una escena de 'El sol del futuro'.
Nani Moretti, en una escena de 'El sol del futuro'.
H. A.

Treinta años después de ‘Caro diario’, película que nos encantó en su día, Nani Moretti vuelve a las pantallas con ‘El sol del futuro’. Le insisto a Antoine para ir en moto a los cines Aragonia. Creo que no me gustaría ir en moto por Zaragoza si no fuese por los paseos romanos del director en su Vespa, importantes en mi imaginario. 

La película, en contra de mis expectativas y de la crítica que la califica como comedia, me deja triste. Moretti se ha hecho viejo aunque ahora se mueva en patinete, conserve la figura atlética del jugador de waterpolo que fue en su juventud, y se tiña el pelo. Ya no se trata de que no entendamos el mundo una vez traspasada cierta edad. Es la amarga constatación de que el ahora requiere una gran dosis de ironía, y de distanciamiento de nuestros viejos sueños, que siguen escapando subidos en una motocicleta. "Todo se está torciendo, todo está cambiando", dice Nani Moretti cuando su hija se levanta del sofá porque no tiene tiempo de quedarse a ver una película antigua en el sofá de casa. Al viejo director no le importa estar fuera del mundo y sigue fiel a sus ideas políticas, a su concepto del cine –en contra de las plataformas digitales y de la violencia gratuita–, a su nostalgia privada que es la de muchos de nosotros. Se me arrasan los ojos con la coreografía en que todos giran con la canción de Battiato ‘Yo quiero verte danzar’. Reconozco esa dulce melancolía otoñal que permanece como un poso incrustado en mi corazón. Es un poso antiguo que no se remueve aunque me suba a la moto con cierta ligereza y yo también me tiña el pelo.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Cristina Grande)

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