Por
  • Alejandro E. Orús

Juegos de memoria

Pedro Sánchez fotografiado durante un mitin en Galicia.
Juegos de memoria
Lavandeira / Efe

Los mismos que han ido edificando memorias históricas y democráticas a través del Boletín Oficial del Estado, pormenorizadas y también discutibles en algunos casos, se disponen ahora a eliminar, por la misma vía, una parte significativa de nuestra memoria reciente. 

La etimología de amnistía –que es sin lugar a dudas la palabra del momento– proviene del griego y es la misma que la de amnesia. Lo cual se explica en que la amnistía no es que perdone el castigo, como hace el indulto, sino que olvida el delito, como si nunca hubiera sido cometido.

Aunque pudiera parecerlo, no hay paradoja alguna en este rumboso y obstinado ejercicio de seleccionar recuerdos y olvidos, porque adentrarse en los vericuetos de la memoria implica escoger siempre entre unos y otros. Otra cosa es la justicia de las razones que animan esa recolección oficial, que para serlo tendría que profundizar en análisis exhaustivos y objetivos no solo del pasado y sus circunstancias, sino incluso del alma humana. Y no es fácil salir indemne de semejante empresa.

La discusión sobre la amnistía del ‘procés’ habría de abordarse como lo que es, un debate esencialmente corrompido en su origen, ya que surge de una necesidad coyuntural y ajena por completo a su naturaleza: la de alcanzar una cifra de diputados que apoye la investidura de Pedro Sánchez. A partir de ahí, la concurrencia de expertos juristas y filósofos en el debate y la exposición de sesudos argumentos sobre el asunto se antoja un esfuerzo tan obligado como inútil. Y roza el patetismo cuando se constata la evidencia de que el acuerdo está hecho –es lógico que no conste aún en escrito público: solo faltaba–, como insisten los independentistas y como ya se apuntó aquí hace 15 días.

Sánchez, consagrado ya como gran tahúr de la memoria, la utilizó como legatario de Zapatero para cohesionar a las izquierdas en el recuerdo unívoco de la Guerra Civil y el franquismo, va a utilizar ahora el olvido del 1-O para confraternizar con el separatismo catalán y quién sabe si elevará también a la letra del BOE la amnesia general de lo que sostuvo antes del 23-J para afianzar así adhesiones –que llamará lealtades– sin necesidad de mancillar la decencia, con la feliz arrogancia que otorga la desmemoria. 

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