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Cartas al director de HERALDO: Un estigma que permanece

Un estigma que permanece
Un estigma que permanece
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Un estigma que permanece

A pesar de que hoy se presume mucho de ser inclusivos, la enfermedad mental continúa teniendo mucho estigma en la sociedad, es decir que le ponemos una etiqueta negativa al paciente mental, de la cual es difícil que pueda desprenderse. A estos enfermos se les sigue viendo como peligrosos, débiles e inútiles, lo que genera discriminación y rechazo. 

Estos estereotipos son erróneos y se deben a la falta de conocimiento. Con la medicación adecuada estas personas pueden hacer vida normal, menos en las crisis, que se pueden ver como una bajada de tensión.

Esos tabúes de los locos y marginados sociales se pueden vencer enterándose bien de lo que respecta a este tipo de enfermedades. Esto suele pasar cuando tenemos algún caso cercano, como me sucede a mí. Las enfermedades mentales son muy frecuentes: según la Organización Mundial de la Salud, una de cada cuatro personas en el mundo ha sufrido algún problema de este tipo, aunque muchos, debido al estigma, no se atrevan a manifestarlo ante los demás. Se trata de integrarlos en la sociedad y de que se sientan uno más, pues ellos pueden ser igual de útiles, fuertes y creativos que el resto de los mortales.

La manera de tratarles es darles cariño, aceptarles con paciencia y por supuesto llevarles a un profesional, procurando evitar una sobreprotección. Desde el punto de vista del enfermo hace falta tomar la medicación, aceptar la enfermedad cuando viene de familia, o superar los factores ambientales cuando la causa viene de fuera. En todo caso deben hacer el cien por cien de su parte, aunque sólo consigan progresar en un porcentaje menor, porque las pastillas ayudan pero no son milagrosas.

Javier Pueyo Usón. ZARAGOZA

Agua, predicar en el desierto

Hablo de Aragón, de las Cinco Villas, de mi pueblo, Castejón de Valdejasa. Es hasta conmovedor ver que aquellos que tienen más intereses exhiben las pancartas acerca de ‘Recrecimiento de Yesa, ya’. No voy a entrar en esta polémica. Pero voy a entrar en algo que nos interesa a todos: el agua. No Yesa, no el Ebro, el Jiloca o el Gállego, ¡el agua! Ahora que la mayor parte de las poblaciones de Aragón ha gastado con alegría una importante parte de su presupuesto en engalanar su entorno, en realizar dispendios cuantiosos en la factura de la electricidad para fiestas (luces, amplificación de sonido, aire acondicionado a espuertas en pabellones), etcétera, y tenemos en muchos lugares nuevos equipos de gobierno, sería conveniente dedicar un uno por ciento, o quizá más, del presupuesto a preparar el futuro, el nuestro y el de nuestros hijos y nietos, de los cuales decimos sentirnos tan orgullosos. Presionen a sus nuevos gobernantes para que recuperen acequias, desbrocen malezas, entradas de manantiales; si llega el caso, prospección de acuíferos a cargo de hidrogeólogos. Háganlo por el bien del futuro de su población y el suyo y el de sus descendientes. Es harto evidente que las olas de calor van a ir a más: más temperatura, más días, en meses que nunca habían registrado esas temperaturas. ¿Pretenden vivir de la ayuda de papá Estado o papá Gobierno de Aragón cuando vayan mal dadas? ¿Y si no hay suficientes camiones de Bomberos para repartir agua por todo Aragón, de dónde sacarán el agua? ¿Y los cultivos? ¿Creen que les estoy soltando un rollo ecologista o que me gusta provocar miedo en las personas? En Andalucía y zonas de Extremadura y algunas más de la España seca ya se están realizando labores de recuperación de acequias, desbroce de malezas, etcétera. No voy a enumerar aquí las tareas que se pueden llevar a cabo por solo una fracción del presupuesto de su Ayuntamiento. Este año, el de mi pueblo es de algo más de medio millón de euros. ¿No van a gastar ni tan siquiera un uno o un dos por ciento en conseguir que el agua fluya, iniciar estudios para reforestar, etcétera? Allá ustedes. Yo solo soy el mensajero. Postdata: la Confederación Hidrográfica del Ebro no me ha hecho ni puñetero caso. Conservo y conservaré los correos al respecto.

Alejandro Murillo Pinto. CASTEJÓN DE VALDEJASA (ZARAGOZA)

El Camino Agrícola

Ahora que son tan frecuentados el Camino de Santiago y la pernoctación en conventos, para disfrutar de esa atmósfera de espiritualidad que ha quedado impregnada en dichos lugares por el fervor de aquellos que los frecuentaron a lo largo del tiempo, propongo otro ‘camino’, el Camino Agrícola. Se puede practicar en cualquier territorio que disponga de campos de cultivo poco alterados modernamente, es decir, que no sean visibles granjas, tendidos eléctricos, aerogeneradores, instalaciones de riego, etcétera. Si tenéis esa sensibilidad para captar un ambiente de autenticidad, de naturaleza viva, de esfuerzo humano, al recorrer los caminos rurales también percibiréis y disfrutaréis de esas sensaciones espirituales que impregnaron los agricultores que nos precedieron, con sus esfuerzos por domesticar tierras vírgenes, sus sudores, sus anhelos, sus hambres, sus lamentos o alegrías según evolucionaban las cosechas, sus gozos en el momento del almuerzo o la comida, sus soledades. ¡Cuánto trabajo y cuántas penas para legarnos un futuro mejor! A todos ellos, nuestro agradecimiento y reconocimiento.

Ignacio Delgado Enguita. ZARAGOZA

Viendo telenovelas

Conocí a doña Paca en la plaza de Aragón al coincidir un verano en uno de los bancos, donde nos sentamos mi pareja y yo. Unos ochenta años, repolluda y colorada, protegida su cabeza con un sombrero de paja. Sobre sus piernas llevaba una bolsa de tela con trapos sucios y flores de plástico antiguas. Venía del cementerio, de limpiar las lápidas de sus padres y de su esposo. Le pregunté si estaba sola. Me dijo que le gustaba la soledad y que no se aburría nunca. Tenía todo el día programado. Se levantaba temprano para ver una novela turca en televisión. Aprovechaba al terminar para desayunar y asearse. Media hora después veía otra novela antigua en otro canal que volvían a emitir y en su momento le gustó mucho. Después fregaba la casa antes de ver otra novela turca. Luego comía en la cocina y salía al balcón a tomar aire. Unos minutos después sintonizaba otra cadena y veía otra novela. Me comentó lo guapas que eran las mujeres turcas. Por la tarde se daba una vuelta, pendiente del reloj, para volver a casa y conectar otra novela, esta española. Por la noche, después de cenar, veía una serie romántica. Una vida programada en torno a las telenovelas, de las que era gran aficionada. Cortó nuestra conversación al consultar el reloj y se fue agitada para ver otra novela.

Pilar Valero Capilla. ZARAGOZA

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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