Por
  • Fernando Víctor Zamora Chueca

Lisboa y la Jornada de la Juventud

Misa celebrada por el papa Francisco, del último día de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Lisboa (Portugal)
Lisboa y la Jornada de la Juventud
GUGLIELMO MANGIAPANE

El 2 de agosto el Papa viajó a Lisboa para participar en la Jornada Mundial de la Juventud, por él convocada, a la que acudieron alrededor de un millón de jóvenes de todo el mundo. 

Desde su comienzo fue un éxito, porque a la recepción de Francisco asistieron el primer ministro portugués con los miembros del Gobierno, el cuerpo diplomático, así como representantes de la sociedad civil y del mundo cultural. El presidente de la República pronunció el discurso de bienvenida, al que correspondió Francisco con otro digno de ser escuchado en su totalidad.

En él, Francisco resaltó que Lisboa se convertía con esa Jornada en la capital del mundo, del futuro, porque los jóvenes son el futuro. Qué envidia se siente, cuando ves que en España está pasando todo lo contrario, pues parece que Madrid esté perdiendo la capitalidad, a juzgar por las fórmulas de los independentistas en la promesa de la Constitución, así como por la mayoría conseguida por Sánchez en la Mesa de las Cortes y lo que se intuye que seguirá.

También recordó Francisco que en 2007 se firmó en Lisboa el Tratado de Reforma de la Unión Europea, que afirma que la Unión tiene como finalidad promover la paz y sus valores; pero va mas allá al afirmar que en sus relaciones con el resto del mundo contribuirá a la paz, la seguridad, el desarrollo sostenible del planeta, la solidaridad, el respeto entre los pueblos, el comercio libre y justo, la erradicación de la pobreza y la protección de los derechos humanos. Principios justos que el Papa hace suyos y dice que la Jornada es una oportunidad para construirlos juntos.

Que el papa Francisco fuese capaz de reunir en Lisboa, este verano, a un millón
de jóvenes nos transmite la esperanza de que es posible construir un mundo mejor

Pero el mayor éxito de la Jornada fue que el Papa consiguiese atraer a Lisboa a ese millón de jóvenes de todo el mundo, a los que les dijo: "Ustedes han venido aquí a servir, no a ser servidos". Para poder servir a los demás, han trabajado en laboratorios sobre el medio ambiente, sobre el futuro llamado a corregir los desequilibrios de un mercado que produce riqueza pero no la distribuye adecuadamente y, finalmente, sobre la fraternidad. En otro momento Francisco les dijo que no tengan miedo, que tengan coraje y vayan adelante, porque están llamados a hacer mejor este mundo y a servir a los necesitados.

Son palabras muy distintas de las que encuentran los jóvenes en su vida ordinaria y de la sociedad actual, que en muchos lugares es puramente materialista, hedonista y frívola, y además tienen al alcance de la mano en la red lo que les apetezca o lo que les ofrezcan los ‘influencers’, por eso tiene mérito, y casi parece un milagro, la asistencia de tan gran número de jóvenes a la Jornada. Y hay quien piensa que ese océano de juventud que inundó Lisboa puede salvar el mundo; así lo decía el periodista Francisco Muro de Íscar en un precioso artículo publicado en HERALDO el 10 de agosto y que, en su párrafo final, nos decía: "Un millón de jóvenes con valores puede cambiar el mundo tan injusto en el que vivimos. Deben hacerlo", y transcribía una frase del Papa: "El mundo les necesita como la tierra a la lluvia, no se jubilen de la vida, solo vais a ser luz el día que hagáis obras de amor". Y añadía el periodista: "¡Ojalá lo hagan y nos contagien a todos!".

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