La torre de Babel

Primera sesión plenaria de esta legislatura en el Congreso de los Diputados, que ha estrenado el uso de las lenguas cooficiales
La torre de Babel
Agencias

La tabla de Pieter Brueghel el Viejo que se conserva en el museo de Historia del Arte de Viena, que representa una torre de Babel inacabada, da idea plástica de lo que nos cuenta el Génesis que ocurrió cuando Dios castigó a los hombres a no entenderse precisamente haciéndoles hablar diferentes lenguas. 

Cuando todos hablaban en el mismo idioma fueron capaces de concebir el ambicioso proyecto de llegar al cielo haciendo una enorme construcción, lo que debió molestar al Señor, que reaccionó confundiéndoles al darles hablas distintas, hasta el punto de que, no siendo capaces de entenderse, hubieron de desistir del proyecto y se dispersaron por toda la tierra.

Lo que ha pasado recientemente en el Congreso de los Diputados me ha recordado la historia de la torre de Babel, pues en una especie de Babel han convertido al palacio de las Cortes las veleidades impuestas por el secesionismo catalán al Gobierno de España, que no tiene inconveniente en postrarse de rodillas ante cualquier requerimiento de Puigdemont y los suyos, aunque haya que saltarse a la torera lo establecido en nuestras leyes y reglamentos.

La decisión apresurada, aplicada incluso antes de reformar el Reglamento, de permitir el uso del catalán, el vasco y el gallego en los debates, convierte al Congreso de los Diputados en una torre de Babel y nos ofrece un espectáculo ridículo

Pues el castellano es el idioma oficial del Estado español en todo el territorio nacional, si bien se admiten como cooficiales, en sus respectivos territorios, algunas de las lenguas autóctonas. El precepto se ha obviado por un estúpido e inaceptable capricho que convierte al parlamento de la nación en un guirigay de sainete, teniendo que soportar ver cómo quienes comparten café y tertulia en español en el bar de la planta tercera se dirigen la palabra a través de traductores cuando están en el hemiciclo; con el agravante de que algunos de los ‘lenguas-cooficiales-parlantes’ apenas chapurrean con mínima dignidad sus lenguajes.

Y también se han saltado la norma reglamentaria de poner en marcha una reforma del Reglamento del Congreso sin que haya sido previamente reformado, en este caso, autorizando la interlocución en otras modalidades lingüísticas; pero este debe ser el nuevo estilo de la actual presidenta de la Cámara, doña Francina Armengol, dispuesta a hacer de su capa un sayo con tal de complacer las necesidades y urgencias de sus jefes, acosados por el implacable hombre de Waterloo, dispuesto a humillar a España, a los españoles y a su presidente hasta límites inconcebibles, ahora y muy probablemente en el futuro; así que mucho ojo con él, que es de poco fiar y nos puede amargar la vida.

Es tan ridículo el espectáculo que vamos a contemplar en el Congreso que da para partirse de risa, porque, además, algunos se lo toman muy en serio y ponen una cara de circunstancias que no mejora nada por colgarse el auricular o meterse el pinganillo por el boquete del oído externo.

¿Mejorará el multilingüismo parlamentario la oratoria y los discursos de nuestros próceres y sus contenidos? ¿Hará que las leyes sean mejores, más trabajadas y más justas? Permítanme que lo ponga en duda. Ya les digo, la torre de Babel.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis de Arce)

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