Por
  • Fernando Alvira Banzo

La segunda campana de Huesca

El artista urbano oscense Edd Bhurton ha reproducido el cuadro de 'La Campana de Huesca' con la técnica del spray.
El artista urbano oscense Edd Bhurton ha reproducido el cuadro de 'La Campana de Huesca' con la técnica del spray.
Verónica Lacasa

El muralista urbano Bhurton ha llenado la pared y las puertas del almacén del Museo de Huesca con la reproducción de uno de los cuadros más vistos en la ciudad: el que trazara José Casado del Alisal en Roma centrando su asunto en el momento en el que el rey Ramiro el Monje enseña a los nobles que todavía no se habían colocado en contra de su cetro esa campana que se iba a oír en los límites más alejados del reino.

El cuadro de la leyenda del rey monje, cedido por el Museo del Prado, ocupa uno de los laterales del salón del Justicia en el palacio municipal y es visita obligada para cualquier interesado en el edificio municipal o en la capital altoaragonesa. Como el resto de la pintura de historia no ha gozado de grandes defensores entre los estudiosos de la historia del arte del pasado siglo que, hasta hace no demasiado tiempo, la han considerado una pintura menor.

No cabe duda de que, mayor o menor, la pieza creada por Casado en 1880 en su estudio de la Escuela Española de Bellas Artes de Roma, de la que fue el primer director, es una de las pinturas que ha gozado de mayor interés por parte de los escasos estudiosos de ese período histórico de la pintura que se solapa en sus últimos años con el principio de las nuevas tendencias de la pintura mundial, encabezadas por el movimiento impresionista. ‘Impression soleil levant’ se había presentado casi diez años antes en el salón de los rechazados y la pieza de Monet es unánimemente considerada como el principio del impresionismo (si bien algunos podrían argüir que un par de años antes el primer impresionista había conocido en Londres algunas obras de Turner…).

La pintura de historia pervivió entre nosotros algunas décadas más y la pieza de Casado, adquirida por el Estado, se ubicó en el primer museo nacional. Fue en el año 50 del pasado siglo cuando el Prado depositó la obra en el Ayuntamiento oscense y ahí ha permanecido con algunas pequeñas fugas que levantaron no pocas suspicacias entre los interesados en el patrimonio de la ciudad y entre los que disfrutan con el alboroto con independencia de sus intereses patrimoniales comunes.

No puedo dejar de indicar al lector que afrontado al cuadro se colocó un ‘San Jorge en la batalla de Alcoraz’, obra del hermano jesuita oscense Martín Coronas Pueyo, no comparable en resultado al del profesor de la Academia romana, por supuesto, pero cuya ubicación considero totalmente acertada por el hecho de haber compuesto su pintura el oscense siguiendo el esquema de otra gran pieza de Casado del Alisal: el ‘Santiago en la batalla de Clavijo’ que puede verse en una de las capillas laterales de la iglesia madrileña de San Francisco el Grande.

La reproducción de ‘La campana de Huesca’ en el portón del almacén del Museo
de Huesca, en la plaza General Alsina, es una acertada obra de arte urbano

Ahora un muralista urbano nacido en Huesca, cuyas obras han decorado con progresiva destreza las paredes de los barrios húmedos y algunos otros espacios ciudadanos con retratos de algunos grandes de la música actual y composiciones de innegable belleza, ha encajado las figuras del cuadro de la leyenda del rey monje en el exterior del almacén del Museo. Su tratamiento gráfico, completamente respetuoso con el original, compone con rigor la zona central del cuadro. Forma y color mantienen un simétrico respeto con la obra de Casado, que dota a la plaza en la que se ubica de un notable incremento espacial. Bhurton conoce el oficio de pintor y ha vuelto a demostrar que los aerosoles no solo sirven para que los adolescentes (o no) empuerquen las paredes con sus firmas, reiteradas en ocasiones hasta el infinito.

La entrada al almacén del Museo de Huesca se suma a la tendencia de regenerar determinados muros y fachadas de pueblos y ciudades con la creación artística. En una ciudad como esta, tan dada a los derribos desde los malditos setenta, las pinturas murales de artistas como Bhurton suponen una ráfaga de aire fresco en el cada vez más desvencijado casco viejo oscense.

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