Por
  • Fernando Pastor

La economía española se pasea por el filo de la navaja

Por el filo de la navaja.
Por el filo de la navaja.
Krisis'23

Al final del verano y una vez diluido en el cauce de la economía el espejismo del turismo, se van a ir viendo con más claridad los datos que llevan varios meses alertando de una tendencia a la baja de la actividad en España, a pesar de que la cuenta con la que se elabora el PIB pueda dar una carambola de crecimiento superior al 2% y por encima de la media europea. Si hacemos caso a las previsiones que se manejan en instituciones como Funcas (cuyo panel recoge las previsiones de hasta 18 servicios de estudios de alto nivel) o el propio Banco de España, más allá de la previsión de PIB afloran datos que, dentro de la incertidumbre del momento, se dan por hechos y no traen buenos augurios.

Nadie duda ya que el consumo público y privado se van a casi cero este año y no se recuperarán mientras los tipos de interés sigan al alza y el euríbor se mantenga por encima del 4%; tampoco duda nadie que la inversión empresarial está retraída y con pocos visos de resucitar más allá de lo que aporten y promuevan los Fondos UE; y es cada día más cierto que la cacareada relajación de los precios va a ser mucho más lenta y corta de lo esperado, porque los alimentos y los carburantes van cogiendo de forma puntual el relevo de la presión al alza de la energía (en segunda ronda), y sectores como el primario se van a instalar en precios caros en origen dependientes de cuestiones como la sequía o la demanda exterior más que de la demanda interna del consumidor español, que pagará sin rechistar, como casi siempre.

Frente a la seguridad con la que se descarta de manera oficial que podamos entrar en un recorte del PIB en el tercer trimestre de este año en España, como ya ha ocurrido en otras economías europeas, la alarma la acaba de dar el llamado y temido índice PMI, elaborado con las estimaciones de los responsables de compras de 28.000 empresas en 40 países, que marca una caída de los pedidos del sector servicios muy preocupante para España y apunta a un retroceso de dos décimas en el crecimiento de junio a septiembre, frente a las dos décimas en positivo que auguran las previsiones más o menos oficiales.

Afloran datos que, dentro de la incertidumbre del momento, no traen buenos augurios

Los menos agoreros pueden aducir aquello de que llevamos dos años avisando de un parón de la economía, mientras España crece y crea empleo. Pero incluso en el dato del paro también se espera un estancamiento con tendencia a la baja, de forma que la tasa española de desempleo no va a caer del 12% con el que encabeza el ranquin europeo en los dos próximos dos años, por lo menos. Ni siquiera en ese ámbito, a pesar de la falta de personal cualificado que azota a las empresas más punteras, se va a evitar que el final del año sea un carrusel muy preocupante de datos económicos.

Lo más cercano a la gente, la vivienda, tampoco está para aguantar sustos: sin apenas pisos de nueva construcción, el sector va camino de pararse en menos de un año y asiste a un desplome del 25% en la constitución de hipotecas en julio, que será más duro en agosto. El saldo vivo se ha quedado por debajo del nivel de 2006, precisamente porque el agobio del euríbor ha disparado las amortizaciones anticipadas (15.000 millones en lo que va de año), un fenómeno que genera otro dato preocupante a futuro: una caída de la tasa de ahorro a menos de la mitad de lo que se acumuló el año de la pandemia. Sin un ahorro suficiente en los particulares para sostener el consumo y con la Deuda Pública en el 113% del PIB y los gastos financieros del Estado disparados, el escenario para 2024 no es el más halagüeño.

El BCE elevó la semana pasada los tipos al 4,5%, con idea de que se queden en ese nivel el tiempo necesario para que baje la inflación en la Eurozona, pero con la convicción de que, si es necesario llegar a la recesión para lograrlo, no le temblará la mano y mantendrá la política monetaria dura cueste lo que cueste. Esa restricción financiera azota a la financiación de las empresas y asfixia a las familias con las hipotecas todavía más, en uno de los momentos más críticos para la economía española. La falta de un rumbo claro en las decisiones políticas a medio plazo y la amenaza de una parálisis crónica por la ‘guerra de investiduras’ puede ser la puntilla para unas finanzas públicas y privadas en desequilibrio constante. La inversión empresarial y el ahorro, que son base sobre la que funciona un país y una de las patas con las que puede estructurar su convivencia sin estridencias, necesitan estabilidad política y jurídica, y esa parte tampoco está demasiado garantizada en estos momentos. ¿Quo vadis España? Quién sabe.

El autor

Fernando Pastor es director del diario económico LaInformación.com

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