Perder el tiempo

Perder el tiempo, un insulto a la eternidad.
Perder el tiempo, un insulto a la eternidad.
Oliver Duch

Se suele decir que en España se entierra muy bien a los muertos. Estimulados por el elogio, y a la vista de lo que está pasando, también podría añadirse que se pierde muy bien el tiempo. Ambas no dejan de ser formas sutiles de ironía, maneras enrevesadas de denunciar lo mal que se trata a los vivos y esa costumbre de entretenerse en debates triviales en los que digamos que se intentan edificar sólidas categorías con las arcillas de la anécdota.

Ocurre, no obstante, que mientras no caben demasiadas interpretaciones sobre lo que significa la fatalidad de estar muerto, lo de perder el tiempo -que también, a fin de cuentas, se mata- es mucho más opinable. Thoreau venía a decir que no se puede matar el tiempo sin insultar a la eternidad, lo que podría llegar a guardar alguna rara relación con los relojes del surrealismo daliniano y las teorías de Einstein y su dilatación del tiempo.

Los medios de comunicación se han ocupado muchísimo durante estas últimas semanas no de discusiones de calado propias de un país ideal: el diseño de un modelo educativo, la sostenibilidad del sistema de pensiones, la regulación de la inteligencia artificial... sino de las consecuencias de un beso y de gestos obscenos que descalifican, por supuesto, a cualquier responsable. El debate debería haberse agotado rápido, las medidas tendrían que haber sido expeditivas y respecto a su al parecer inevitable extrapolación como denuncia social y ejemplarizante, al fragor de banderas hoy rutilantes, puede decirse que, en realidad, se trata de algo justa y ampliamente asumido. Todo lo demás ha sido perder el tiempo. Tal vez, a la manera que advertía Thoreau, insultar a la eternidad.

Uno puede pensar también que el debate de investidura de Feijóo al que nos encaminamos es una pérdida de tiempo. Sánchez no tiene ninguna duda y acaba de proclamar que lo es de manera «descomunal» y «caprichosa». Ciertamente, aun habiendo ganado las elecciones, el líder del PP se enfrenta a un previsible fracaso en la votación parlamentaria, aunque eso no signifique necesariamente un fracaso político en un contexto tan diabólico. ¿Se vería acaso mancillada la eternidad por otro intento vano? ¿O las verdaderas ofensas vendrán esta vez a través del éxito?

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión