Redactor de Cultura de HERALDO DE ARAGÓN

El país de los incrédulos

La Fuente de los Incrédulos.
La Fuente de los Incrédulos.
Javier Pardos / HERALDO

En España todo es un polvorín y a la vez ese es el estado natural de las cosas. Que si la amnistía, que si el PP se entrega en los brazos de ese Morfeo que es Vox, que si el PSOE no puede soportar una disidencia de Nicolás Redondo hijo, que si la aparición de José María Aznar: le encanta leerles la cartilla a sus sucesores y decirles lo que tienen que hacer (Feijóo ni encuentra la salida ni la puerta de salida). Y deben, por ejemplo, salir a las calles contra la maniobra de Pedro Sánchez, o lo que esté concibiendo el presidente. Yolanda Díaz, tan purista con sus ideales, no ha levantado la voz contra la infamia de Mohamed VI hacia su pueblo -bueno, ni ella ni muchos otros: Marruecos y sus ciudadanos parecen un tabú internacional, ande yo caliente y ríase la gente-, sigue haciendo luz de gas a los compañeros de Podemos, como si ella hubiera salido de la luna o fuese una de esas extraterrestres que ahora toman en consideración los científicos norteamericanos. ¿Cómo se encaja ese ejercicio de risa floja ante Puigdemont, que no debería creérselo, prófugo y maldito, al repasar las imágenes por la noche?

Jorge Azcón tal vez haya inventado la pólvora y apenas hemos dicho nada. Ha creado una consejería nueva y ambiciosa, Presidencia, Interior y Cultura, nada menos, y además sentía nostalgia de los viejos próceres y va y rescata a ese señor que nunca ha querido irse: José Ángel Biel. Y le devuelve la presidencia de la Fundación Santa María de Albarracín. Ya son ganas, por parte de uno y del otro. El día que se haga la verdadera historia del control y censura que ha hecho Biel de la CARTV no daremos crédito.

Juan Antonio Quero también ha tenido un arrebato torero. Como vivimos en el mejor de los mundos posibles y las diputaciones pueden ser una magnífica agencia de colocaciones, ha multiplicado el número de asesores. Es comprensible. Las diputaciones provinciales -como se preguntaba el padre de Joaquín Sabina en la hora del adiós- son una entelequia y un centro de poder residual y caciquil, y él ha querido apurar su poder y su capricho.

Esta ‘perversidad’, dicen que es legal pero desde luego ni es solidaria ni necesaria, no es solo suya: todos los partidos han votado a favor. Los ciudadanos recibimos lecciones de golpe y a veces no damos crédito. Ni siquiera hallamos palabras para expresar el estupor, la ira o la pena infinita.

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