Torso con torso

Jenni Hermoso con Rubiales tras la final del Mundial
Jenni Hermoso con Rubiales tras la final del Mundial
HANNAH MCKAY

Uno es muy consciente de que hace mucho tiempo que se quedó obsoleto aquello de que "la española cuando besa es que besa de verdad, y a ninguna le interesa besar por frivolidad", según reza el pasodoble ‘El beso’ (1947), uno de cuyos autores, Fernando Moraleda, lo fue también de ‘Falangista soy’, el himno que antecedió al ‘Cara al sol’.

De modo que, adecuándose a la ortodoxia actual, haciendo un considerable esfuerzo de abstracción y, preferiblemente, tratándose de otras personas, a alguien de mi provecta edad le cabe asumir que un ‘pico’, toda vez que no devenga en ‘morreo’, puede estar desprovisto de fines eróticos o románticos. De hecho, el picoteo en cuestión ya se daba, siendo yo joven, en algunos ambientes artísticos y faranduleros, si bien, admito que, no habiendo logrado acceder a ellos, a la vez que aquejado de una gran ignorancia sentimental, a mí me parecía que tras la naturalidad del gesto tenía que haber gato encerrado y en celo.

Pues bien, casi superados aquellos complejos míos respecto al beso en la boca, me estoy dado cuenta de que me queda un largo trecho hasta mi completa homologación. Resulta que, apenas sorprendido por el ósculo de Rubiales, en cambio, juzgué impropios y desaforados los abrazos que este señor, en la misma ceremonia, propinó, una a una, a todas las jugadoras.

Hasta que no he visto la normalidad con que ha sido asumida tan aferrada y desinhibida muestra de afecto, torso con torso, yo pensaba, trasnochado de mí, que no había maniobra más delicada ni de más ardua ejecución que el abrazo casto entre un hombre y una mujer.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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