Callar por no hablar

Callar por no hablar
Callar por no hablar
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Hablar por no callar es una expresión del castellano que quiere expresar locuacidad desbordada. Algo así como una verborrea incontenida y por lo general sin sustancia. Lo contrario de esa vaciedad es callar por no hablar, o sea la forma en que quien expresa su silencio prefiere no manifestarse ante la posibilidad de que sus palabras, si es que habla, le puedan comprometer; prefiere callar por no hablar.

Eso es lo que nos está pasando ahora en España: quienes debieran hablar o podrían hablar, o se supone que deberían hablar interviniendo en este debate agónico que estamos padeciendo, guardan un silencio inexplicable ante la situación límite que estamos viviendo. No sé si es miedo, o desinterés, pero el silencio atronador de la sociedad española es verdaderamente preocupante. La gente, el pueblo llano, agobiado e inquieto, arrollado por las noticias y los acontecimientos, está mirando hacia los faros que habitualmente debieran iluminar su camino y se encuentra con ese callar irresponsable, esperando un "no es eso, no es eso" orteguiano.

¿Se puede esperar algo de los intelectuales españoles? Por cierto, ¿dónde están? Y, ¿cuál es el pronunciamiento de la universidad española, si es que tiene algo que decir? ¿Qué dicen las instituciones de la sociedad civil, si es que tienen algo que decir? Las grandes empresas, las Academias, el mundo de la cultura…

Mientras España está a punto de irse de las manos por un aventurerismo insaciable de poder, aquí reina un inmenso silencio y se contempla la descomposición de una nación como si nada ocurriese.

Quizás sea el momento del valor y del coraje y de decir no a este proceso
agotador que parece diseñado solamente en favor de alguien
que sólo aspira a perpetuarse en el poder

Habría que plantar cara a este desafío. Ya lo hacen, afortunada pero quizá estérilmente, voces que a mí me merecen un gran respeto, gentes de un socialismo genuino de indubitado sentimiento español que han sabido entender que el poder es efímero y transmisible y que han propiciado la tranquila alternancia democrática sin tics autoritarios o imperiales. Todos mis respetos y mi reconocimiento hacia ellos y al valor que hoy día representan sus gestos.

Pero es necesario escuchar más voces, más declaraciones, más pronunciamientos desde la ciudadanía y sus organizaciones, sus líderes de opinión. El silencio que se oye es vergonzante, y luego vendrá el crujir de dientes y las inútiles lamentaciones.

Vivimos la crisis más grave de nuestra reciente historia democrática. Tenemos al país en almoneda y todos estamos muy preocupados. ¿O no? Pero preferimos callar por no hablar.

Quizás sea el momento del valor y del coraje y de decir no a este proceso agotador que parece diseñado solamente en favor de alguien que sólo aspira a perpetuarse en el poder.

España es un precio demasiado alto para cambiarlo por un sillón en el palacio de la Moncloa. Y hay que decirlo alto y claro: hay que acabar con este sindiós que nos está arrastrando hacia lo más desdichado de nuestra historia.

A ver si somos capaces.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis de Arce)

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