Por
  • Manuel Vilas

Queridos niños

Reunión de Yolanda Díaz y Carles Puigdemont en una sala del Parlamento Europeo en Bruselas
Reunión de Yolanda Díaz y Carles Puigdemont
REUTERS/EFE/EPA/OLIVIER MATTHYS

El señor no ha salido de su casa ni se ha subido a un avión para ir a ver al Ogro que vive en Bélgica. Al Ogro lo ha ido a ver la señora de la sonrisa que hechiza. ¿Por qué la señora le sonríe tanto al Ogro? Vale, sí, al Ogro había que ir a verlo para formar gobierno, eso lo entendemos, pero ¿era necesario sonreírle tanto? 

Pues la sonrisa de la señora es la que a uno le sale cuando está con la familia o con los amigos de verdad. Yo creo que no se puede sonreír en según qué casos, porque sonreír con una expresión tan alegre da la sensación de que llegar a ser presidente de Gobierno o vicepresidente lo justifica todo. ¿Qué se sentirá siendo presidente o vicepresidenta? Tiene que ser una droga euforizante, una levitación, un erotismo cósmico.

Ahora me pongo melancólico, porque muchos españoles y españolas moriremos sin saber qué clase de placer absoluto se experimenta en esas cumbres políticas. Podrían dejarnos ser presidente o vicepresidenta por unas horas, para sentir ese erotismo que puede con todo. No sé, por ejemplo, a españoles de más de setenta años permitirles ejercer de presidente por un día, para que se vayan al otro mundo con el conocimiento de esa droga que hace que le sonrías a un Ogro como si fuese Marcelo Mastroianni. Yo por escribir una novela importante también le sonreiría a un Ogro, así tenemos que entender la sonrisa de la señora, como codicia. Todo menos quedarte sin el poder.

¿Pero qué es el poder? No se puede explicar con palabras ni con argumentos. Solo se puede sentir. El poder es como los boleros. El bolero podemos sentirlo, pero no explicarlo. Hace cincuenta años en España te obligaban a creer en Dios, ahora te obligan a creer que el nacionalismo es una ideología progresista. A los ciudadanos nos ofrecen dogmas y no razones, como si fuésemos niños.

Trátennos como ciudadanos y ciudadanas, y no como a niños. Eso es lo que llevo mal porque ataca a la inteligencia, llevo mal la creación de dogmas. El señor ha salido limpio de esto, como si su codicia no fuera tanta como para ir a ver al Ogro. Tal vez el Ogro espere que la mano tendida de la señora de las sonrisas le convierta en un príncipe del progreso y de la libertad. El Ogro estaba solo y la señora lo ha ido a visitar. Al Ogro se le veía confuso y miedoso en la televisión. Esa sonrisa era de verdad o era una trampa, se preguntaba el Ogro mientras la sonrisa ya lo había devorado.

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