Vibre doble la luz

Emilio Lacambra en ese espacio de acogida que fue Casa Emilio. Allí nadie se sentía forastero.
Emilio Lacambra 
José Miguel Marco.

La luz visible vibra mil millones de veces por segundo. Ah no, que lo he leído mal: mil billones, con 'b', de veces por segundo. A esas frecuencias casi da igual millón que billón. Si de repente vibrara menos, habría huecos, veríamos cosas raras, el software del mundo. 

Los ojos se han acostumbrado a esta velocidad, a ver con esta luz. Y el cerebro, ese amasijo que cabe en la mano, qué fino (han descubierto un nuevo tipo de neurona: a lo mejor ella misma, harta de pasar inadvertida, se ha manifestado, o se ha revelado como tal exhibiéndose al microscopio). La de cosas que deben de quedar por desvelar. ¿Quién hizo el mundo? Ah, claro, surgió por un chispazo y ya. Esa amplitud de lo desconocido sería razón suficiente para levantarse de la cama con ilusión, siempre que hubiera algo para desayunar. Saber qué hay de nuevo en este universo. Como admirador empedernido de la escritura de Francisco Ferrer Lerín me enfrasco en sus textos y me siento en casa, o sea, en la Vía Láctea, Grupo Local, Cúmulo de Virgo… todo dentro de Aragón, del espectro visual aragonés, constreñido hasta que escampe. El Zaragoza, campeón en potencia, los cinco partidos ganados. ¡Los Cinco Magníficos! A este paso en Navidad el Zaragoza ya estará en Primera por los puntos. Fernando Arrabal estrena novela en Libros del Imperdible, de Raúl Herrero, que ha publicado también 'La condición radical', de Joaquín Fabrellas, sobre la poesía de Lerín, tal como desvela Antón Castro. Ese billón de vibraciones de la luz explica que yo vea a Emilio Lacambra por Zaragoza. Esa luz vale billones.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Mariano Gistaín)

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