La inversión de crear

Carlos Sainz celebra el primer puesto en la clasificación conseguido en Monza
Carlos Sainz celebra el primer puesto en la clasificación conseguido en Monza
JENNIFER LORENZINI

Cada fecha importante, cada muesca en la vida, solicita un reconocimiento. Más aún cuando el aniversario ofrece una cifra redonda. En primer lugar, porque uno aspira a sentirse especial; y porque la persona y el acontecimiento merecen la lisonja. Huella que perdura en función del cariño invertido.

Es preciso tomarse tiempo, porque las prisas acogotan; y en las distancias cortas suele derraparse, se acomoda el bulto del error. Driblar el acelerado discurrir de la vida facilita una perspectiva imprescindible para tomar decisiones. No en vano, las ideas, muchas geniales, surgen a destiempo, apartadas del homenaje. Y se escapan por la desmemoria conforme se acerca el día señalado para una celebración.

Caer en la rutina de lo previsible, de lo inesperadamente esperado, deja un poso amargo en quien brinda la felicitación y una estela de falta de aprecio en quien la recibe. Una fecha especialísima ofrece también el recurso a un gasto singularísimo. Y es verdad que la capacidad económica garantiza posibilidades para rescatarnos de la cotidianidad, dejando una estela de rostros admirados, aturdidos por la sorpresa. Y de paso, el orgullo satisfecho de quien apostó por un esforzado desembolso.

Aunque esta iniciativa también tiene su riesgo: el de saber estimar los costes y el peligro de las comparaciones. No vaya a ser que el lucimiento, probablemente comercial, se haya adelantado a brindar un reloj de 250.000 euros. Como el que, a la altura del glamour de su escudería, arrebataron al piloto Carlos Sainz, complemento de valor difícilmente igualable. Lo mismo que las zapatillas, de indiscutible virtud, que allanaron los méritos del deportista en su carrera para detener de inmediato al osado ratero.

Por eso admiro a quien tiene la capacidad de asombrar desde lo sencillo; en ese golpe de efecto en el que la creatividad suple una elevada inversión: sorpresas envueltas en sentimientos que apelan a historias que atesoran mucho más valor que lo más valioso. Mérito al alcance del esfuerzo, el cariño y la imaginación. Recuerdos trabajados que dejan sello en el alma de por vida.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Miguel Gay)

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