Curso escolar

Curso escolar
Curso escolar
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Sobrevivir en la adversidad. Me ocurre cada verano y lo valoro en estas fechas en las que el calor y la calidad de vida languidecen. Intento ser positivo con el año escolar que empieza, analizando de lo que me libraré. Me sirvo ánimos alejando el peligro de que me sirvan una sardina como tapa con la cerveza. 

Me ocurre desde niño, puedo llevar horas sin comer, pero el olor de sardinas me cierra el estómago. Aun así, este año hicimos una parada en Lisboa, donde este pescado es una institución; al menos para mi fortuna, existe el bacalao.

Cosa peor del país luso son sus playas, bañadas por un océano que deja el agua a temperatura de criogenización, y donde el viento sopla con gracia. Con esos condicionantes, me lancé yo a la aventura de un día de mar, consciente de que el agua no la iba a catar. Compramos un protector solar de aceite en spray, y se me alegró la vista cuando en la playa de Carcavelos observé unas hamacas alquilables con toldo y bar próximo a precios razonables. Y lo cierto es que todo fue felicidad hasta las 5 de la tarde. En ese momento, a E. se le ocurrió dar un paseo por la orilla: "Te espero aquí", le dije. Como el sol apretaba, me eché algo más de ese aceite protector, y no pasaron 5 minutos desde que me quedé solo, cuando empezó a soplar un viento que ni la Avenida Navarra. Como todo se volaba, comencé a agarrar la mochila con una mano, mientras ponía un pie con fuerza en la otra hamaca para que el aire no se llevara la esterilla de espuma, pero claro, el toldo se movía y me empezó a arrearme el sol. Sudando, derretido, el aceite solar me empezó a entrar en los ojos dejándome medio ciego, golpeándome el aire con arena, y yo allí, como una estrella de mar entre las dos hamacas para que no se volara nada. Con el oído y el tacto como únicas puertas de lo que ocurría a mi alrededor, soñando con mi sofá de secano, dudaba ya de si E. se había ido de paseo o había que poner una denuncia por desaparición. Volvió al rato y de bromas: "¿Qué haces en las dos hamacas? Si pareces un bacalao en aceite". "Dame un clínex, por favor", sollocé brillando ya como un san jacobo frito pero a medio empanar. Anotando el recuerdo como la parte confortable para un año laboral que arranca tras un verano de esperpentos de Tailandia a Motril, con el único deseo de que el humor nos sobreviva. 

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Juanma Fernández)

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