No tiene buena pinta

No tiene buena pinta
No tiene buena pinta
Lola García

Yolanda Díaz, y no Enrique Santiago, el secretario general, es el personaje más significativo del Partido Comunista. Díaz pidió al podemita catalanista Jaume Asens (de la tropa de Colau) que le obtuviese audiencia en Bélgica con el prófugo Puigdemont. Asens, azote penal de las derechas (Bárcenas, Millet, los Pujol), impulsó los cambios legales en beneficio de los golpistas catalanes. Pocos sabrán en qué medida Subirats le debe su cartera de Universidades. Mejor formado que Díaz, muy ignorante, ahora trabaja para ella.

El plan Díaz-Asens, nada desinteresado, tiene costes tóxicos. Mendigan para Sánchez los votos que controla el pintoresco personaje de Waterloo, carente de verdadera fuerza -siete votos entre 350- y lo halagan obsequiándole un destacado protagonismo. Eso es lo relevante del viaje: hacer de Puigdemont un interlocutor distinguido a quien el Gobierno de España dedica consideración especial. Díaz y Asens hacen realidad el sueño de un donnadie profesional (tiene un carné logrado sin estudiar) que es una nulidad política. Yolanda y su asistente multiplican la fuerza residual del fugitivo y la convierten en un factor decisivo y simbólicamente clave. Sin él, no salen adelante ni el Gobierno ni sus planes.

El separatista Puigdemont, por carecer de formación profesional y de peso propio, fue impuesto al partido de Pujol, ya convicto de granujería. Lo impuso la CUP, para deponer al declinante Artur Mas, a cambio de sus votos de separatistas antisistema. Así les ha ido todo. Hoy es un golpista frustrado, buscado por la justicia, que huyó en el maletero de un auto y dejó en la estacada a sus cómplices. En Europa es un sospechoso.

Díaz cambia el paisaje. La obsequiosa políglota (en castrapo) Díaz le ha hecho gestos físicos de agrado. Palmaditas, toques en la espalda y en el brazo, risas y sonrisas inacabables, mohínes y cucamonas... Ver aquel teatro era contemplar la encarnación del oscuro y promiscuo pozo en que se ha hundido el viejo Partido Comunista que aún "aspira a organizar la Revolución que derroque a la burguesía y a su monarquía". Derrocar a la burguesía en 2023 ¿qué diantre puede significar?

El PCE ha experimentado tal deriva que de su pasado no tiene sino el nombre. Tantas y tan forzadas adaptaciones lo han hecho una organización travestida. Travestida en IU, travestida en Unidas Podemos, a su vez travestida en Sumar, vuelta a travestirse con quince (sic) disfraces discordantes. Como avergonzado de sí, hoy tiene el aspecto extravagante de un Arlequín multicolor, plurinacional y con moral adaptable a su mandato imperativo real: hacer lo que sea para tener algún poder en el Gobierno y en la infiltrada Administración del Estado.

Nadie se engañe: Díaz es una variable de Sánchez. Sin él, su valor tiende a cero, a la nulidad, a la ruina política. Hoy se necesitan mutuamente para mandar y por eso se soportan. Es una simbiosis. La revolución antiburguesa del PCE actual es utillería, ornato declamatorio. Sumar y sus cuates viven necesariamente de las migajas del banquete que ofrece el epulón de la Moncloa.

A Díaz la ha definido bien Felipe González: "Es la facilitadora de Puigdemont, va a verlo como quien va a ver al rey Midas" (entrevista con Carlos Alsina, 5 de septiembre). Felipe (es más perro viejo que jarrón chino) no menciona a Sánchez, pero dice que desde hace "un cierto tiempo" se están "erosionando los cimientos del pacto constitucional". ¿Se están? ¿Oración sin sujeto?

Es obvio que, en una ecuación, Yolanda Díaz sería una variable de la función Pedro Sánchez, circunstancia que este no puede maquillar porque la tiene en su Gobierno

El artículo 2

España plural, asimétrica, diversa, plurinacional, federal, confederal... Ruidos, borborigmos. España es un estado nacional y su integridad territorial es intangible. Eso es la ley. Si se habla con quienes rompieron criminalmente con la Constitución y con su propio Estatuto, la premisa férrea ha de ser el artículo 2: "La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas".

Amnistiar, en la forma que fuere, a los sediciosos fugitivos de la justicia o a los que fueron condenados significa admitir y declarar que sus condenas fueron inicuas, inicuos sus jueces y fiscales, inicuas las leyes que se les aplicaron e inicuo un Estado que realmente no era de derecho.

González lo ve venir y advierte: "La pinta que tiene el asunto no es buena. Me han mandado callar varias veces en los últimos años, gente de mi partido". Ha sido sumiso. No dicta excomuniones. Y, si no lo hace ahora, ya no lo hará.

Y repárese en esto otro, que es importante: el 3 de octubre de 2017, Felipe VI tachó de desleales a las autoridades separatistas, por quebrantar la democracia y el Estado de derecho y dividir a los catalanes. Una amnistía, o su remedo, sería un ataque directo a estas tesis y a quien las mantuvo.

Y Feijóo, buscando a Cataluña ‘encaje’ en España. Qué talento.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Guillermo Fatás)

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