Jenni Hermoso con Rubiales tras la final del Mundial
Jenni Hermoso con Rubiales tras la final del Mundial
Reuters

Un beso tan escandaloso como el del pintor art nouveau, fundador de la Secession vienesa Gustav Klimt (1862-1918). Tan escandaloso, pero quizás no tan sensual y erótico como algunos han querido hacer ver. 

Ese fue el beso del presidente de la Federación Española de Fútbol Luis Rubiales, a Jennifer Hermoso. Nunca un beso ha traído tanta cuerda y ha tenido tanta repercusión internacional. Parece además que fue un beso del que la futbolista no podía escapar, pues tenía la cabeza bien sujeta entre las manos. Pero hasta podría ser un plus de consuelo (¡puaf!, qué asco) por haber fallado el penalty. Como estamos en el culmen del empoderamiento femenino, que además ha llegado a ser candente cuestión política y no sólo social, pues el plato está servido.

Pero hay una faceta que se ha tratado bien poco. La actitud de Rubiales no sólo fue machista y prepotente, sino también grosera y maleducada. Y fue algo tan simple como saber vestir el cargo con dignidad. Ya sabemos que este no fue el único gesto de grosería durante la final del campeonato. Las cámaras le captaron llevándose las manos con fruición allí donde los muslos pierden su casto nombre, animando (quizás amonestando) a las jugadoras. Nunca había visto unos gestos así. Pues cuando estás en el palco aún debes comportarte mejor, con la dignidad inherente al cargo.

Seguro que debe de haber por el mundo muchos mandatarios maleducados, pero en España abundan demasiado en los últimos años. Y qué casualidad, que estos bocazas tipo Trump, suelen unir a la grosería el aprovecharse del cargo. Incluso Sep Blatter decía, es posible que con algo de doblez, “sobre la necesidad de limpieza en la dirección del fútbol mundial”. Es evidente que la limpieza moral no va ligada necesariamente a la grosería. Pero parece que ambos conceptos se ayudan. Por eso han caído, con retraso, en cascada, todas las “buenas obras” de Rubiales.

Lo que es evidente es que la mala educación no la puede tener un cargo más o menos público. Esta claro que si la educación no se tiene de cuna, no se pueden cerrar las puertas de la movilidad social, pero no estaría de más que hiciesen un curso acelerado de educación los que no la tuviesen para ocupar un cargo. No hace falta tener la sabiduría del emperador filósofo Marco Aurelio, pero tampoco es de recibo que nos mande su hijo Cómodo. Lo que pasó en la final futbolera, no solo fue un acto prepotente, sino sobre todo, una tremenda muestra de mala educación. Ya Cervantes escribió que “los que gobiernan ínsulas, por lo menos, han de saber gramática”. 

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Mateos)

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