Un mundo sensato

El presidente de la Real Federación Española de Fútbol, ​​Luis Rubiales.
​​Luis Rubiales.
EP

La opinión pública se está ensañando con Luis Rubiales. Podría pensarse que se lo tiene merecido por ser un advenedizo que cobra un millón de euros al mes, algo que solo es bien visto en gente con pedigrí.

Sin embargo, sería lo mismo tratándose de un creso aristócrata de viejo cuño, o si, en vez de una calva perversa a lo ‘Breaking Bad’, estuviéramos ante la mata dorada de Robert Redford. Si se cae en desgracia, toda condición es propicia.

El caso es que Rubiales, a quien una buena causa ha tomado como cabeza de turco ejemplar, está siendo acosado por una jauría en la que la mayoría de sus miembros, también entre quienes la encabezan, actúa por miedo a la propia jauría. Un miedo, por cierto, semejante al de la declarada víctima, obligada por ambos frentes a manifestar lo que no querría.

Sin embargo, casi nadie considera de verdad que el beso del dirigente a la futbolista fuera un ultraje, ni, mucho menos, una agresión, es decir, el "acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño", según define la Real Academia. En general, la ciudadanía entiende que el hecho fue muy improcedente, pero, a partir de ahí, las opiniones difieren con una gradación que apenas tiene reflejo público.

En un mundo sensato, la noticia, en la sección de deportes, hubiera sido esta: "Por comportamiento impropio, en el palco, donde se llevó la mano a los genitales, y en la entrega de trofeos, al besar en la boca a una jugadora, la Real Federación Española de Fútbol ha destituido a su presidente, cuya retribución anual es de sesenta mil euros". Brutos y dietas no incluidas, aclaro.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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