Por
  • Daniel Reboredo

Sudán, ¿revolución o guerra?

Sudán, ¿revolución o guerra?
Sudán, ¿revolución o guerra?
Heraldo

Desde 2018 la denominada ‘revolución sudanesa’, precedida de numerosos levantamientos juveniles de años anteriores al hilo de lo que estaba ocurriendo en toda la región tras las llamadas ‘revoluciones árabes’, desafió el poder de Omar al Bashir y consiguió en unos meses que fuera derrocado y encarcelado (abril de 2019). 

La masacre de Jartum y la represión previa pusieron de relieve la fragmentación del Ejército y que una parte de éste, las Fuerzas de Apoyo Rápido o milicias de los ex ‘Janjawid’ –responsables de crímenes contra la humanidad en Darfur y dirigidas por Mohamed Hamdan Dagalo, actual vicepresidente de la junta militar–, había cometido la masacre. Huelga general y desobediencia civil desembocaron en diferentes fórmulas de gobierno que se fueron sucediendo: Consejo Militar de Transición, Consejo Soberano de Transición, que estableció un gobierno civil, a su vez derrocado por un golpe militar en octubre de 2021, y luego un acuerdo marco, en diciembre de 2022, bajo supervisión internacional.

La primera fase de la ‘revolución’ estuvo dirigida por la Asociación de Profesionales Sudaneses (APS), organización sindical integrada por abogados, ingenieros, médicos, periodistas y profesores que se configuró entre 2010 y 2013. Posteriormente, y a iniciativa de ella, surgieron los Comités de Resistencia, que la fueron sustituyendo y dificultaron la represión al incrementar los núcleos de la resistencia y las movilizaciones sociales, que desde el pasado mes de enero aumentaron notablemente. Cuatro años de asesinatos, detenciones, desapariciones, torturas y violaciones de la junta militar no han conseguido erradicar este movimiento de contestación.

El conflicto en Sudán amenaza con balcanizar un país que es clave en las reservas de recursos naturales y por cuyo control pugnan las grandes potencias

Como el mundo está en constante evolución y los cambios se han acelerado tras el inicio de la guerra ruso-ucraniana y las tensiones entre Estados Unidos y China, estamos ante un panorama definido por nuevas alianzas económicas, cambios geopolíticos y más guerras territoriales en África, Asia y otras zonas del llamado Sur Global. Y en este contexto, la guerra de Sudán es algo más que la lucha de poder entre dos generales igual de corruptos, Abdel Fattah al Burhan y el citado Mohamed Hamdan Dagalo (Hemedti). La dimensión regional y global del conflicto en Sudán es una manifestación de la competencia por recursos y espacios geográficos críticos. El país es rico en recursos naturales, muchos de los cuales están sin explotar debido a los conflictos del país; sufrió la amputación del denominado Sudán del Sur y padece desde hace años una guerra enmascarada en la región de Darfur. En todos estos acontecimientos han estado presentes actores ajenos al país, desde potencias mundiales (EE. UU., China, Rusia, etc.) a actores regionales y vecinos que aspiran a sacar tajada (Emiratos Árabes, Etiopía, Egipto, Israel, etc.).

La balcanización de Sudán es una posibilidad no descartable. Darfur, al oeste, cerca de Chad y con más de nueve millones de habitantes, está en tensión permanente a pesar del acuerdo de paz de Juba (octubre de 2020). Los choques entre comunidades en las regiones del Mar Rojo, el Nilo Azul y Kordofán son constantes y el número de muertos aumenta.

Y amenaza las esperanzas de democratización que surgieron con la revolución de 2018

Y no olvidemos que el país se encuentra también en la temible franja del Sahel, en la que pululan islamistas de Al Qaeda y el Daesh, grupos político-militares locales, grupos de autodefensa y grupos criminales que generan inestabilidad en una región donde se cuestiona la autoridad de los Estados y de sus socios internacionales. Más allá de las fronteras de Sudán, la situación no es nada sencilla. Hacia el este, el cada vez más disputado Mar Rojo, donde las potencias occidentales se enfrentan al desembarco de intereses chinos y rusos; el Cuerno de África (guerra civil de Etiopía por la región de Tigray y crítica situación en Amhara), Somalia, Sudán del Sur, etc.

Por eso la guerra en Sudán es tan preocupante. Una lucha por el control de un país con una incomparable situación geoestratégica y también un conflicto por el control y explotación de sus enormes recursos naturales. No debemos olvidar la repercusión que puede tener en las relaciones de poder de toda la región y sobre todo en los países más frágiles (Chad, Libia, República Centroafricana, Sudán del Sur, etc.). Con el actual conflicto armado, las esperanzas de democracia en Sudán generadas por la ‘Gloriosa Revolución’ de diciembre de 2018 pueden quedar sepultadas para siempre.

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