Replicantes

Blade Runner
Blade Runner
Blade Runner

Dos fontaneros, en agosto? Tenían que ser seres de inteligencia artificial, como los replicantes de ‘Blade Runner’". Esto me comentó un lector sobre Isidoro y Carlos, protagonistas de mis últimas columnas. Respondí que, "conocidos personalmente, de cerca, ni siquiera su probada excelencia profesional hacía dudar de su condición humana".

Efectivamente, la jadeante y sudorosa corporeidad de aquellos hombres, consecuencia del esfuerzo y del calor, revelaba una humanidad que todavía era más palmaria en lo emocional, ya fuera por la incertidumbre y la desazón que las dificultades provocaban en su bravo temperamento, ya fuera, sobre todo, por la delicadeza de su trato, tanto entre ellos, padre e hijo, como en el que dispensaron a mi familia.

Una de dichas dificultades fue la de tener que seguir las instrucciones de una modernísima caldera, misión que el padre confiaba ciegamente al hijo, más tecnológicamente dotado. Y como quiera que desde un cuarto contiguo escuché tensos susurros, provocados por una función que se resistía a ser ejecutada, vulnerando la regla de que nunca se ha de interferir en una labor gremial, acudí, llegué a la máquina y toqué un sensor de su pantalla, acción que, para mi sorpresa, desatascó el proceso.

"La suerte del neófito", me excusé. Pero no coló. La mirada asertiva del padre reconoció mi mérito. La del hijo, con la misma elegante cortesía, también, pero con rictus y ojos pesarosos. Al parecer, la palmada de renovada confianza que le había dado su mentor en el hombro no había sido suficiente consuelo. ¿Es esto propio de replicantes?

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