Jugar como una chica

Un equipo de fútbol femenino, en una imagen de archivo.
Un equipo de fútbol femenino, en una imagen de archivo.
Pixabay

Se puede vivir en la desgracia de haber recibido una mala educación, ser machista, a la antigua usanza, ignorar las convenciones sociales, desconocer los códigos deportivos o no tener conciencia de la ley. 

Al mirar ese beso forzado que ha revolucionado el mundo, nadie imaginaría que el máximo dignatario del fútbol español se hubiera atrevido a hacerlo con la abogada que defendiera su caso, la arquitecta que firmase el proyecto de su casa o la cirujana que lo operase a corazón abierto. Pero el mismo individuo se agarró la entrepierna como gesto celebratorio en un palco institucional, junto a la Infanta y la Reina de España, con cámaras de todo el planeta observando. ¿Dónde quedan el decoro y el saber estar? Es un alarde de toda irresponsabilidad y falta de respeto posible ante las mujeres, los deportistas, los organismos que nos representan y cualquier ciudadano. No quisiera a nadie así en mi empresa, en mi círculo de amigos, ni cerca de mi hija. No merece dinero ni cargo público. Quienes aplaudieron, tampoco. Fijarse en la reacción de las que lo sufrieron es tirar balones fuera. Y no comprendo atisbo alguno de duda. Desde la filología nos queda la esperanza de ver cómo hablantes de cualquier latitud se concentran en lo importante, hacen su magia y modifican, por medio del uso, el significado de esa expresión que hay quienes todavía emplean con sentido hiriente: jugar como una chica. Ni rastro de humillación. Qué privilegio asistir al cambio lingüístico; qué honor formar parte del cambio social.

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