Por
  • Javier Tajadura Tejada

Reinterpretar la Constitución

Reinterpretar la Constitución
Reinterpretar la Constitución
Krisis'23

El lendakari Urkullu ha formulado una singular propuesta de "reinterpretación" de la Constitución con la que pretende abrir un debate sobre la necesaria reforma de la organización territorial del Estado. 

La iniciativa se realiza en un contexto político muy complicado, que otorga a los partidos nacionalistas la llave de la gobernabilidad. Conviene subrayar que, a diferencia de Bildu, ERC o Junts, que defienden fórmulas rupturistas y claramente independentistas, el PNV apuesta por el acuerdo.

Tres aspectos merecen destacarse de la propuesta de Urkullu: la descripción y valoración del marco jurídico vigente, el procedimiento para modificarlo y la finalidad de la reforma.

La descripción de la situación actual no se corresponde con la realidad de la España autonómica. El País Vasco dispone de un techo competencial amplísimo, superior al de las entidades infraestatales de cualquier Estado federal. Las competencias legislativas y ejecutivas de la comunidad son ya de tal dimensión que difícilmente pueden aumentar. Si a ello se une el singular sistema de financiación foral, comprobamos que son los poderes públicos vascos quienes adoptan las decisiones fundamentales sobre las políticas públicas. La presencia del Estado en el País Vasco es casi inexistente.

El modelo de organización territorial que propone Iñigo Urkullu consagraría la desigualdad entre las comunidades autónomas

Baste un ejemplo: ningún interprete riguroso de la Constitución habría imaginado que las comunidades podrían llegar a ejercer competencias sobre Administración de Justicia o sobre relaciones internacionales. Ello ha sido posible gracias a un Tribunal Constitucional que ha ido erosionando las facultades del poder central y ampliando las de las comunidades autónomas. Es cierto que no se ha descentralizado el Poder Judicial, ni el Tribunal Constitucional. Ello se debe a la convicción política y académica de que la unidad de la jurisdicción –ordinaria y constitucional– es una garantía de la unidad del ordenamiento jurídico y de la igualdad de los ciudadanos que debe ser preservada.

Con todo, es el procedimiento para llevar a cabo el cambio uno de los puntos más cuestionables de la propuesta. Si lo que se pretende es ampliar el techo competencial o descentralizar determinados órganos constitucionales, la única vía posible es la reforma constitucional con todas las garantías democráticas. El lendakari propone una "reinterpretación" sin que eso implique una reforma, y atribuye esa tarea a una "convención constitucional". En definitiva, defiende lo que en Derecho Constitucional se denomina "mutación constitucional"; esto es, un cambio de significado de los preceptos constitucionales sin modificar su literalidad.

Sin embargo, esa controvertida facultad de "mutar" la Constitución plantea muchos problemas. El más importante es el de su legitimidad. Cualquier modificación sustancial de la organización territorial del Estado afecta a la totalidad de los ciudadanos. Por ello, todos debemos poder participar en el cambio mediante el procedimiento de reforma constitucional. Ninguna "convención", por muy pactada que sea, puede legítimamente acordar una modificación territorial de la Constitución eludiendo el procedimiento democrático para su reforma.

Los objetivos que se fijan ponen de manifiesto que la finalidad de la propuesta es la sustitución del actual Estado autonómico por una estructura confederal construida a imagen del sistema del concierto económico. Se reclama un "Estado plurinacional" configurado como una "federalización asimétrica" en la que por un lado estarían el País Vasco, Navarra, Cataluña y Galicia, y por otro el resto de España. En definitiva, un modelo territorial basado en la bilateralidad y la desigualdad. Implicaría reconocer dos tipos de comunidades autónomas –las "nacionales" y las demás– y un sistema de relación bilateral entre ellas y el poder central, además de la manida "capacidad de decidir".

La propuesta solo podría implantarse legítimamente mediante el procedimiento de reforma de la Constitución

Se trata de una propuesta política legítima, pero que para prosperar requiere convencer al conjunto de las fuerzas políticas y de los ciudadanos de su bondad y conveniencia para abordarla mediante una reforma constitucional. Cualquier otra vía sería un fraude constitucional.

Con todo, la propuesta tiene la gran virtud de abrir un debate necesario sobre la reforma constitucional para racionalizar y estabilizar el reparto de competencias incluyéndolo en la Carta Magna. Una reforma que difícilmente atribuiría más competencias al País Vasco de las que ya tiene, pero que aportaría claridad y seguridad jurídica para ejercerlas.

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