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Cartas: El espacio del peatón

Hay aceras imposibles.
Hay aceras imposibles.
Oliver Duch

Etimológicamente peatón es un préstamo (siglo XVIII) del francés ‘piéton’, soldado de a pie. Y este del latín de ‘pedes-itis’. Un peatón es la persona que transita a pie por las vías públicas. También son peatones los que empujan algún vehículo sin motor de pequeñas dimensiones o las personas con movilidad reducida que circulan al paso con una silla de ruedas con o sin motor. El peatón no debería tener ni día ni hora porque es un ser que se sostiene y anda en cualquier momento. Todos tienen su carril y calzadas, bien para bicis, coches, patinetes y demás. El peatón debe ajustarse a andar por las aceras, a ser un transeúnte y respetar las normas como todos. Correcto, pero también tiene derecho a que no le invadan su espacio en su paseo. Cada vez prescriben mas los médicos que andar para mover el corazón es bueno y las calles se ven abocadas a tener estrechas aceras, sobre todo en el centro de las ciudades, árboles, bancos, marquesinas, chiringuitos y veladores, etc., son a veces un inconveniente. No digo nada si la persona es ciega o tiene una minusvalía que requiera de mas espacio, las sillas motorizadas o no. El peatón se ha convertido en un ‘avestruz’ extraño que debe apartar obstáculos a diestro y siniestro y mirar al suelo constantemente para no tropezar o caerse por las baldosas sueltas, entre otros entuertos que se ponen junto a las tiendas, macetas o carteles. Algunos dicen que hay que educar al peatón y dicen bien, pero la educación debe ser para todos, y además aplicarla.

Menchu Gil Ciria

ZARAGOZA

‘Spanish shame’

El Camino de Santiago es una de las referencias singulares de España en todo el mundo. Es universalmente conocido y convoca a miles de personas de múltiples procedencias y lenguajes que tejen entre sí una hermosa red de amistad, que surge espontáneamente fruto del ambiente que se respira. No importa el idioma del otro porque es uno con todos, es un caminante y eso une. Se contempla a diario este auténtico milagro que urde el dicho mágico ‘buen camino’, una palabra que hace suya de inmediato quien lo recorre. Se percibe en todo el trayecto, en los descansos o en los albergues, donde una sonrisa, un gesto resuelve problemas de lingüística que el conocimiento ignora. Quizás se debe al simple hecho de que la gente quiere entenderse, ayudar al compañero, colaborar en la convivencia con quien se encuentra en cuanto da el primer paso. Por contra, en otro lugar referencial español, el Parlamento, a la vista está que la norma es diferente: los que vienen de las antípodas se esfuerzan en entendernos y los de aquí estamos en las antípodas de ello. La introducción de las lenguas cooficiales genera otro ‘camino’ que lleva a un error como otra ‘catedral’. Las traducciones de un idioma a otro son muy complejas, aunque a veces son divertidas, como explicó nuestro paisano Sender: lástima que no esté de cronista parlamentario. Si esto prospera, sería bueno ir traduciendo la obra de María Moliner a los idiomas cooficiales, pues llevará su tiempo: hay que estar prevenido. Las maniobras parlamentarias producen ‘vergüenza ajena’, palabras que el inglés popular expresó, no literalmente, pero sí acertadamente como ‘spanish shame’. Sobran las traducciones.

Francisco Alós Barduzal

Zaragoza

En el club y el hospital

Este escrito tiene varios objetivos. El primero, reconocer al club de fútbol de mi hijo la honestidad y el acompañamiento que han tenido con él desde el primer día en que se lesionó del ligamento cruzado, hace ya unos meses, hasta que ha sido dado en el hospital. Da gusto oír el ambiente de la Romareda desde el Servet. Ese club es el Real Zaragoza. El segundo, dar las gracias a todas las personas que desde el Hospital Miguel Servet le han ayudado a superar una grave intoxicación por la bactería ecoli, han tenido no sólo la profesionalidad que se presupone sino que además, y no menos importante, le han ofrecido un sinfín de detalles personales. Esto marca. Y el tercero, reivindicar que sólo las personas marcan la diferencia y tanto en un lugar (el Real Zaragoza) como en el otro (el hospital Miguel Servet ) nos hemos encontrado con las mejores. Muchas gracias.

Luis Franco Manzano

ZARAGOZA

Aprender a fracasar

A los niños hay que enseñarles a que no tengan miedo de enfrentarse a situaciones difíciles. Porque en nuestra sociedad se exaltan los aciertos pero se penalizan duramente los fallos, al considerarlos como fracasos. Sin embargo, un estudio asegura que la infancia es la época idónea para enseñarles también a ‘fracasar’, eso sí, capitalizando acto seguido esas equivocaciones. La chavalería está predispuesta a hacer frente a los desafíos y aprender de los errores, a levantarse once veces si se han caído diez, gracias a disponer de una autoestima sana.

Asun Sánchez Ramos ZARAGOZA

En la montaña, no conviene separarse

El Mezquín es un río que une a Belmonte de San José y la Codoñera (Teruel). A lo largo de los siglos, el Mezquín ha ido horadando el rocoso barranco. En algunos sitios se puede disfrutar de unas paredes verticales y en otros, laderas en forma de uve muy cerrada. Hace poco estuve allí con un amigo. Salimos de Belmonte y en la Codoñera tomamos una cerveza y comimos en el bar junto a la iglesia. A la vuelta, hubo un momento en el que nos distanciamos unos doscientos metros y, no sé cómo lo hizo, mi compañero se perdió. Me dijo que salió del barranco escalando, volvió a la Codoñera y allí cogió un taxi para volver a Belmonte.

Yo quise pasar página, pero la semana pasada hicimos el pico Musales (Huesca). El plan era: dejar el coche en la presa de Las Arras, subir al pico, bajar al ibón Respomuso y descender por el barranco del río Aguas Limpias hasta el embalse de Las Arras. Antes de llegar al embalse de Respomuso, quise asomarme a una cornisa para ver dónde teníamos que coger el sendero hacia la pasarela de la presa. Le dije a mi compañero que esperase en el sendero. Después de que me cercioré de por dónde pasaba el camino hacia la presa, volví hacia donde dejé a mi compañero, pero había desaparecido. Me puse a llamarlo, pero no contestaba y me lo encontré cerca de la pasarela. Le pregunté por qué no me había esperado y me dijo que él no tenía por qué esperarme. No hubo manera de convencerlo de que no nos podemos separar. Y mucho menos, después de lo que pasó en Belmonte de San José. Escribo esto con la esperanza de que lo vea, se enfade mucho conmigo y otros montañeros saquen conclusiones de lo que no es aconsejable hacer...

Venancio Rodríguez Sanz

ZARAGOZA

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