Todos a Waterloo

La casa en la que se ha asentado Puigdemont en Waterloo, a las afueras de Bruselas.
La casa en la que se ha asentado Puigdemont en Waterloo, a las afueras de Bruselas.
Leo Rodríguez / Efe

Supongo que Puigdemont estará hoy doblemente contento. Ya tenía a Pedro Sánchez comiendo en su mano y ahora resulta que también el PP quiere hablar con él.

 Bueno o con su partido, Junts per Catalunya, pero tratar con el partido de Puigdemont sin tratar con Puigdemont parece difícil. El vicesecretario de Acción Institucional de los populares, Esteban González Pons, aseguraba ayer a Onda Cero que, en los contactos previos para la posible investidura de Feijóo, van a hablar con todos los grupos parlamentarios menos con Bildu. Y que ERC y Junts son fuerzas políticas «cuya tradición y legalidad no están en duda», más allá de lo que hicieran -en la intentona separatista de 2017- «cuatro personas, cinco, diez, las que fueran». En fin, casi podría haber añadido que Puigdemont es un hombre cabal.

Si el PP va a hablar con el partido de Puigdemont sobre la investidura de Feijóo, entonces habrá que suponer que santifica el acuerdo al que llegaron los socialistas con ese mismo partido para la Mesa del Congreso. Y que si Feijóo falla y Sánchez consigue el apoyo de Puigdemont, al PP también le tendrá que parecer santo y bueno. Claro que en el PP ponen como límite de sus conversaciones el marco de la Constitución, que es lo mismito que dice Pedro Sánchez.

De modo que ya tenemos a los dos principales partidos del sistema constitucional español, el PSOE y el PP, en tratos políticos con un golpista huido de la Justicia. Hace pocos días escribía este columnista que Waterloo es ya la capital de España. Bueno, sí, un poco exagerado, vale... pero cada vez menos.

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