Por
  • José Luis de Arce

La verdadera furia española

Salma Paralluelo y Eva Navarro durante la celebración tras la final del Mundial.
Salma Paralluelo y Eva Navarro durante la celebración tras la final del Mundial.
HANNAH MCKAY

Sorprendente esta súbita aparición y a semejante nivel del fútbol femenino español. Casi desde la nada, ignorado por los medios a pesar de su al parecer fulgurante progresión en muy pocos años, quizá por el despectivo desprecio del machismo español hacia el fenómeno futbolero de las mujeres, de pronto emerge entre nosotros y nos atrapa un intrépido y brillante equipo de chicas que se proponen ser campeonas del mundo de su especialidad y lo consiguen ante 75.000 espectadores en directo y ante millones de improvisados aficionados en todo el mundo. Haciendo, además, una exhibición del mejor fútbol, de coraje, de fuerza, de ganas de ganar, de valor, de ilusión evidente, de cierta fiereza irresistible. De furia española; de furia de las españolas, ejemplo para tanto futbolista macho, guapetón, millonario a su pesar, ensimismado y más amante del dinero que de los colores de su club.

La gesta española, afortunada reedición de aquélla armada invencible esta vez sí vencedora ante la pérfida Albión, va a traer mucha cola y seguramente la revisión de muchas de las cosas que pasan por el proceloso y viciado mundo del pelotón. De momento se va a producir una explosión del fútbol femenino, y habrá que ir construyendo equipos, ligas, competiciones… lo mismo que ocurre en el clásico fútbol de los hombres.

Habrá que dar protagonismo a las mujeres en las estructuras directivas del deporte y evitar que las nuevas formaciones que se vayan creando caigan bajo el mando, la dirección y las malas prácticas de los clubes que pretendan hacerse con ellas. Y por supuesto habrá que ver qué pasa con los dineros y por qué unas campeonas del mundo no merecen lo mismo que los tíos que ganan un mundial.

Han ido ganando partido tras partido, han entrenado con esfuerzo y sacrificio, han jugado 90 minutos. Como ellos, más las prórrogas. Han corrido, como ellos. Quizá con más estilo. Con más garbo. Se han lesionado, han convocado a millones de seguidores, han protagonizado las primeras páginas y las aperturas de todos los informativos. Se lo merecen.

La cosa es que el fútbol femenino ha irrumpido en nuestras vidas y ha venido, como se dice, para quedarse. Para traer nuevos aires de frescura y novedad a un deporte convertido en foro de negocios millonarios y presa de la prensa del corazón.

No sé si habrá registros o quedarán indicios en las hemerotecas, pero les puedo contar que en la Zaragoza de los setenta hubo unos primerizos intentos de fútbol femenino.

Uno de ellos fue creado por las alumnas de un centro de estudios de secretariado que dependía del departamento de Extensión Cultural de la Diputación de Zaragoza. Quizá lo recuerde alguna de aquéllas alumnas, si es que vive. Se llegaron a reunir media docena de equipos y se libró alguna liguilla o competición. Corrían malos vientos para estas aventuras adelantadas a su tiempo, y fue muy corta la experiencia.

Han pasado más de 50 años y hoy surge con fuerza este nuevo deporte. Enhorabuena a quienes lo han propiciado y muy en especial a ese plantel de jóvenes españolas que nos han permitido disfrutar tanto en estos días. Prometo ver o asistir a todos sus partidos: ahí está la verdadera furia española.

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