Por
  • Miguel Gay Vitoria

En el cobijo de una pizca de brisa

Zaragoza, "cerrado por vacaciones" a mitad de agosto
Zaragoza, "cerrado por vacaciones" a mitad de agosto
José Miguel Marco

Coincidimos en el tiempo, pero el lugar no estaba elegido al azar; sobraba premeditación. Compartíamos ese trocito de sombra que brindaba el edificio, protegidos así del sol que caía a peso sobre la calle desierta. Yo esperaba a mi compañía, que resolvía un avatar profesional en un local cercano; el conocido con el que me guardaba cita el calor entretenía también la tarde, al parecer sin demasiadas pretensiones.

Nos saludamos. No resulta difícil elegir el tema de conversación. Que estos días se hace recurso que alivia los silencios en espacios compartidos. Agotamos demasiado rápido la bala de la temperatura, que trato de exprimir, pero apenas logro arrancarle unas palabras más. La incomodidad me hace desplazarme unos pasos como recurso que alivie el paréntesis, pero enseguida me doy cuenta de que aquél es el único territorio de refugio. El entorno no ofrece alternativas.

Recuperado el acomodo, atino a rescatar la ruta de las vacaciones, que es también territorio alternativo por el que conducirse en el diálogo. A nosotros aún nos faltan unos días por disfrutar, él las desgasta en Zaragoza. Y ahí estiramos la charla: le cuesta acudir, como cada verano, a un pueblo en el linde con Soria. Se han multiplicado los visitantes, más aún estos días en que se celebran las fiestas, y han comenzado las restricciones de agua. Excavaron algunos pozos en su busca, pero sin demasiado éxito. Si la cosa sigue así, los bomberos tendrán que acudir para suministrársela con cisternas. Además, la piscina más cercana se encuentra a diez kilómetros del pueblo.

Mientras me lo describe, se me va la cabeza a ese rato de tranquilidad al lado del agua por el que suspiro cuando finalice nuestra visita. En ese instante, desde un lado de la esquina nos barre una pizca de brisa que combina con el cobijo de la sombra. Ese impulso de vida acorrala los pensamientos de aquellos secarrales. Y amordaza sus deseos. La brizna de aire alienta el epílogo de nuestra forzada conversación. Al fondo, se acerca ya mi compañía. Amontono mis planes ciudadanos. Al fin y al cabo, no se está tan mal en Zaragoza.

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