Waterloo, capital de España

La casa en la que se ha asentado Puigdemont en Waterloo, a las afueras de Bruselas.
La casa en la que se ha asentado Puigdemont en Waterloo, a las afueras de Bruselas.
Leo Rodríguez / Efe

He escrito varias veces, a lo largo de los años, que hay momentos en los que la política española imita a las películas de Berlanga.

 ‘Plácido’, ‘El verdugo’, la serie de ‘La escopeta nacional’, ‘La vaquilla’, ‘Todos a la cárcel’, etc., eran caricaturas, pero de esa clase de caricaturas que deforman lo accesorio para mejor subrayar lo esencial. Y nos hacían reír, aunque quedaba por debajo un poso amargo. Hoy no dan ganas precisamente de reírse viendo cómo España, la política española se convierte en una caricatura de sí misma, haciendo realidad los rasgos más deformes. Hubo un momento, en 2018, en el que Carles Puigdemont, escapado a Bélgica, quiso ser desde allí presidente de la Generalitat y gobernar Cataluña por control remoto. Escribí entonces una columna que se titulaba ‘Cataluña, capital Waterloo’. No lo consiguió en aquel momento el fugado. Pero ahora ha logrado rizar el rizo y podemos decir, con amargura pero solo con muy leve exageración, que Waterloo se ha convertido en la capital de España. Al menos, allí es donde se está decidiendo el futuro del país. ¡Ay, qué comedia podrían escribir y filmar Azcona y Berlanga si estuvieran vivos! Podríamos entonces, al menos, endulzar la píldora con algunas sonrisas. Pero ya no están con nosotros, y tenemos en cambio a quienes bien podrían ser los bufos personajes de su película: Puigdemont, Sánchez, los ministros en funciones, o la presidenta del Congreso, que pierden el culo para satisfacer las peticiones de un señor que al mismo tiempo es reclamado por el Tribunal Supremo para llevarlo a chirona. ¡Ojalá que fuera solo una caricatura!

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