El fuego en la puerta

Daños por el fuego en la isla de Maui.
Daños por el fuego en la isla de Maui.
Departamento de Tierra y Recursos Naturales de Hawái / Efe

A medida que los equipos de rescate se adentran en Maui en las áreas quemadas por los incendios forestales que han arrasado la isla, van hallando cadáveres. 

Algunos tan abrasados que se les deshacen entre las manos como ceniza. El recuento suma ya casi un centenar de víctimas. Un coste en vidas humanas terrible. Pero lo más tremendo es que todavía hay casi dos mil personas a las que se da por desaparecidas. Seguramente muchas de ellas -ojalá que fueran todas ellas- estarán en refugios desde los que en este momento no pueden ponerse en contacto con las autoridades ni con sus familiares. Pero es inevitable pensar que otras muchas habrán sucumbido a las llamas.

Y esta tragedia no ha sucedido en uno de esos países pobres y carentes de recursos en los que, con cierto desdén, casi se da por natural que ocurran cosas así. El archipiélago de Hawái, aunque esté a casi cuatro mil kilómetros de la costa continental de Estados Unidos, es un estado de la Unión. Así que estamos hablando del país más rico y poderoso. Cuyas Fuerzas Armadas, por ejemplo, cuentan con cientos de embarcaciones, miles de helicópteros y cientos de miles de soldados. Pero no es la primera catástrofe natural ante la que la respuesta de las autoridades estadounidenses ha sido tardía y desorganizada. Cabe recordar el huracán Katrina de 2005.

Por contraste, debemos admirar y valorar el esfuerzo aquí de nuestros bomberos forestales, de los guardias civiles, de los soldados de la UME y de los técnicos que, casi siempre con eficacia, los coordinan. Pero cuidado, no debemos confiarnos. En España, como por todas partes, es cada vez más frecuente que en los grandes incendios la lengua ardiente del fuego se acerque a la gente, a los núcleos de población. Hemos visto a vecinos luchando contra las llamas en la puerta misma de su casa o un tren que se quedaba parado a un paso del incendio. Y en los últimos años es ya corriente que haya que evacuar a cientos o miles de personas. Andamos bordeando la tragedia con demasiada frecuencia. Y eso indica que algo estaremos haciendo mal.

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