La leyenda del ‘matayayos’

Los abuelos son los más queridos por los niños
Los abuelos son los más queridos por los niños
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Les escuchaba en la distancia, como un zumbido lejano que merodea alrededor casi sin darte cuenta. Buscaba con mi compañía unos minutos de asueto en la piscina, en un pequeño paréntesis del día. Es complejo transmitir la sensación de relajación que arrastran esos pocos instantes zambullido en el agua. La cabeza parece liberarse de lo que acontece alrededor y brinda una percepción de libertad; una cita de frescura y el alivio de las ocupaciones inmediatas, las que atenazan el espíritu. Aparcadas de momento por entre las arrugas de la ropa recién quitada.

El martilleo fue haciéndose mayor. Hasta que se me estampó la contundencia de aquel arrebato: "Eres un ‘matayayos’". Que aclaró de paso las razones del alboroto a apenas unos palmos de mi nado. El abuelo y el nieto se entretenían en intercambiar salpicaduras y volteretas, empujones al agua, recorridos a hombros y carreras dentro de la piscina. Un surtido de juegos que no me extraña que finalizara con el más mayor firmando el armisticio ante la criatura, pura energía.

El cuadro me devolvió a las horas gastadas en veranos de infancia a orillas del río, buscando peces y cabezones aspirantes a ranas; de paseos y magisterios de abuelo sabio, comprometido con la naturaleza cuando no era necesario pintarse de verde; de complicidades recorridas a lo largo de rutas y disfrazadas de historias maravillosas, las más de las veces inventadas, enredadas por entre pasajes reales.

Y a aquella más reciente relación de mis criaturas con ese abuelo aliado de aventuras singulares, motor de imaginaciones y ocurrencias, foco de sonrisas y carcajadas, que se fue desgastando sin dejar de sentir el cariño cercano que él mismo brindó primero. Como los otros abuelos, encargados de guardarnos asiento en el Cielo. Hoy, aquellos pequeños, ya mayores, comparten aperitivos, paseos y conversaciones con la abuela que aún conservan; conscientes del enriquecedor patrimonio que les brinda. El que con el paso del tiempo también aprenderá a valorar el ‘matayayos’, resueltos los flecos de su leyenda.

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